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Claudia Julieta Parra

En la última década el poder adquisitivo per cápita cae en picada,
a la vez cayó considerablemente la tasa de natalidad, entonces,
¿hay conexión entre estos decrementos?, ¿la disminución de
la natalidad en mediano o largo plazo afecta la productividad y
el desarrollo?

R ecientemente el Departamento Administrativo
Nacional de Estadística (DANE) dio a conocer los
indicadores de tasa de natalidad, pobreza (monetaria
y multidimensional) y desigualdad. Llama la atención
que la tasa de natalidad durante la última década ha decrecido en
297.360 nacimientos -lo que equivale al 44,44 por ciento-; solo
durante este año la natalidad ha decrecido 14,43 por ciento, la
cifra más alta reportada durante la última década. En materia
de pobreza monetaria, el año anterior este indicador se fijó en
33,2 por ciento y la pobreza monetaria extrema alcanzo el 11,4
por ciento; por su parte el coeficiente Gini está en 0,546 [*].

El decrecimiento de la natalidad es multicausal y tiene
explicaciones fundadas desde diferentes ramas del saber. Desde
el campo económico la explicación es muy simple, el mayor acceso
a métodos de planificación e información general y financiera
con la que cuentan las nuevas generaciones, aunado a la asfixia
económica en la que vive gran parte de la población, ha llevado a
que disminuya la cantidad de hijos, e incluso en muchas relaciones
familiares se opta por la no tenencia de descendencia, que en
ocasiones es suplida por el cuidado de mascotas.

Una menor natalidad genera una masa poblacional que envejece
y que no se renueva generacionalmente acorde a las necesidades
poblacionales, por tanto, en un largo plazo será más difícil
cubrir las necesidades laborales especificas lo que dará paso a la
migración laboral, situación que empobrece aún más a la población
local, además, también afecta en mediano y largo plazo la media
pensional, ya que a menor población, menor caudal de aportantes,
por lo tanto se torna insufragable la tasa de retorno y agudizaría
aún más el actual problema pensional

Incrementar la tasa de natalidad acorde a las necesidades
sociales, no solo requiere campañas de educación en esta
materia, sino que tiene implícitos cambios en el paradigma
económico de tal forma que se reduzca la pobreza, se formalice
el empleo y se mejore considerablemente el poder adquisitivo.