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LA INTOLERANCIA A LA CORRUPCIÓN

Sergio Torres
En Colombia lo han corrompido todo, la corrupción es el
quehacer de cuanto funcionario estatal haya. Las mafias pululan
en todos los poderes y dependencias estatales. Superar el
conflicto y lograr una sociedad distinta pasa por el gran reto de
dejar de tolerar la corrupción y acabarla.

La oligarquía secuestró al Estado colombiano por
décadas y creó una cleptocracia descarada y cínica,
eliminando su papel fundamental y reemplazándolo
por ser la fuente de la mayor economía ilegal del
país: la corrupción política. Con el paso de los años logró
naturalizar esta función, en grado tal que la sociedad convive
con el robo continuo de los bienes públicos, que agravan la
exclusión, el hambre y la pobreza, y a su vez, la violencia.

Han sido muchos años de gobiernos que prácticamente
disolvieron el Estado y cimentaron una gran estructura para
el saqueo, la violencia y la impunidad. Mafias familiares
que han gobernado dos y tres veces y hoy pretenden volver
al gobierno para continuar su tarea apenas interrumpida.
Hicieron de la corrupción un cáncer que ha hecho metástasis
y se regó por toda la decadente institucionalidad colombiana.

La llegada de un gobierno de extracción distinta a la
narcooligarquía, generó la esperanza de empezar a deshacerse
de este mal. La movilización popular que antecedió y catapultó
el triunfo de Petro, ratificó el cansancio, la conciencia y
la voluntad de cambios profundos en esa larga historia de
corrupción y mafias.

El nuevo gobierno no ha logrado dichos cambios, ni siquiera
deslindarse de esa misma podredumbre corrupta que aún
permanece. Sin embargo, eso no significa una derrota o
una desesperanza, por el contrario, es la enseñanza de que
un mal tan grande y tan enquistado, no puede combatirse
únicamente desde las lógicas del propio Estado contaminado
y mucho menos en alianza con los representantes de ese
mismo saqueo criminal.

Corresponde volver a tomar las riendas del cambio desde el
pueblo, establecer los aprendizajes de este periodo y superar
la profundidad del alcance de las transformaciones. Es la
oportunidad de asestarle un golpe mortal a la narcooligarquía
que pretende recuperar el gobierno en 2026. Y la forma de
hacerlo es nuevamente con la gente, la sociedad, sectores,
movimientos y pueblos, articulados y movilizados en función
de los cambios que el país requiere.

Un compromiso de todo el pueblo
Desde ya, los llamados a la guerra y la violencia son
amplificados por las empresas de desinformación propiedad
de las mismas mafias. Esta verdad ya es bien sabida por el
pueblo y por ello cada vez tienen menos eco sus intentos
de manipulación. Pero como su poder es tan grande, se
requieren dinámicas y expresiones aún más contundentes
que logren neutralizar tanta manipulación y mentira.

La posibilidad de lograr los cambios que Colombia requiere
para construir la paz, pasa por ponernos de acuerdo
como pueblo en cuáles son las transformaciones y cómo
implementarlas. En la puesta en común de acuerdo como
pueblo, de un mandato por los cambios y de una visión común
de la paz. Con un movimiento popular que desarrolle de nuevo
una fuerza propia, vuelva a movilizarse unido y presione
con decisión al viejo régimen y sus mafias. Que se convierta
en la vanguardia de la lucha contra la corrupción y no tolere
ninguna de sus expresiones corruptas y criminales.