
Damaris Izaguirre
Lograr los cambios socioeconómicos y políticos que requiere
nuestra sociedad, y la distribución equitativa de la riqueza, es
la principal base de cualquier planteamiento revolucionario,
pero esto solo vendrá de manos del pueblo.
En Colombia ha existido una gran pobreza y desigualdad
social y regional, que contrastan con los privilegios
que tienen una élite minoritaria, que vive en medio de
lujos y riqueza, a cuya sombra parasitan los partidos
tradicionales expertos en explotar las ilusiones de Los Nadie y
ser serviles a los intereses del viejo régimen. Esta desigualdad
marcada ha sido un ‘caldo de cultivo’ que le ha permitido al
régimen y sus políticos, instrumentalizar los anhelos de cambio
y de esta forma sostener el statu quo y que los politiqueros
lleguen a cargos de elección popular.
Uno de los principales desaciertos del Gobierno de Petro, es no
hacer una ruptura radical y definitiva con el régimen, pese a la
inoperancia y poca productividad que ha traído sostener alianzas
con los exponentes del régimen, la continuidad de los nexos con
ellos la justifican con la falacia de construir gobernabilidad,
supuesto que no ha funcionado, ya que en momentos críticos
de la aprobación de proyectos y reformas, los supuestos aliados
han exigido aumentos en su cuota burocrática, pero al final
terminan cumpliendo los designios del régimen y hundiendo
cualquier reforma o proyecto de ley, que reste tan solo un ápice
los privilegios de la élite dominante. Además, este gobierno
progresista continúa subordinado al imperio norteamericano
y leal a sus intereses, muestra de ello es que la Doctrina de
Seguridad Nacional impuesta por el Tío Sam, es la determinadora
de las políticas de Estado que perpetúan el hambre y la guerra.
Las transformaciones estructurales que exigió el Estallido
Social no se pueden dejar a la deriva, son mandatos populares
que deben cumplirse con o sin apoyo de los Gobiernos; el cambio
no puede quedarse en dar solo una sensación de bienestar,
los cambios deben ser estructurales, tangibles y en favor de
Los Nadie. La unidad popular y la lucha determinada de los
excluidos debe cualificarse y proseguir, porque solo de manos
de la lucha popular vendrán los cambios y las trasformaciones
de fondo, que durante décadas le han sido negadas a Los Nadie,
siempre estará presente el pensamiento de Garzón, “si ustedes
los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va
a venir a salvarlo, nadie”.