compártelo

Claudia Julieta Parra

El modelo económico imperante ha destrozado el poder
adquisitivo per cápita, generando un incremento abismal
en la brecha de desigualdad social y depresión de los
mercados, mientras la recesión técnica se consolida
como una constante durante este año.

El cambio político ocurrido en las pasadas contiendas electorales,
tuvo la motivación socioeconómica de transformar la realidad
carente de oportunidades de surgimiento integral, para
la mayoría de la población, junto a exigir la derogación de
políticas y medidas económicas letales, para la calidad de vida de las
capas sociales medias y bajas, quienes no cuentan con finanzas que
les permitan solventar sus gastos básicos, además de no tener un
mínimo poder adquisitivo, que es altamente deficitario.

En lo corrido de este gobierno progresista se han logrado algunos
resultados favorables, como la disminución de la inflación y el
desempleo, que los estamentos gubernamentales y los medios de
comunicación funcionales al Gobierno tratan de mostrarlos como
grandes logros, pero son variaciones sin mayor repercusión e
incapaces de sostenerse en el tiempo, que no van más allá de generar
una esfera especulativa, que falazmente muestran una economía en
reactivación, pero en realidad es una economía fluctuante, que aún
continua desacelerada y que no se aleja de la línea de recesión.

Para lograr la reactivación económica no es suficiente incrementar
ligeramente las ventas y obtener un Producto Interno Bruto de un
escaso 0,6 por ciento; porque la reactivación económica depende
del incremento del poder adquisitivo per cápita, ya que este es
el encargado de incrementar la demanda y por ende aumentar
la fluctuación de masa monetaria. Actualmente 6 de cada 10
colombianos vive del empleo informal o rebusque, que no les
permite ni siquiera solventar los gastos básicos, lo que directamente
incrementa los indicadores de pobreza.

Reactivar nuestra economía tiene implícito una política económica
centrada en la formalización del empleo, una tributación cargada
sobre los grandes capitales, de orden redistributivo y sin destinarla
al Gasto Corriente (burocracia, guerra, pago de intereses de Deuda
Externa); solo de esta manera es posible incrementar el capital liquido
circulante y frenar la caída abrupta de la demanda, que desacelera
la economía y desembocaría en una inevitable estanflación.