
Himelda Ascanio
Con otro nombre, el grupo militarizado asesino de la Policía
colombiana continúa en ejercicio y plenas funciones
represivas. Es uno de los incumplimientos más grandes del
gobierno Petro, que en campaña prometió el desmonte del
ESMAD y luego simplemente le cambió el nombre.
El pasado Primero de mayo se cumplió 20 años del
asesinato de Nicolás Neira, cometido por el Escuadrón
Móvil Anti Disturbios (ESMAD) de la Policía. Uno de los
casos que más evidencia la brutalidad, la impunidad
y el carácter criminal asesino del régimen colombiano. El
Esmad se convirtió en un verdadero escuadrón de la muerte,
pues además del caso de Nicolás Neira, hasta el 2019, antes
del Estallido Social, había asesinado más 34 manifestantes,
entre estudiantes, jóvenes, indígenas y campesinos.
A ese número se suman las barbaridades cometidas durante
los Estallidos Sociales del 2020 y 2021, en las que apuntaron
las escopetas lanzagranadas a los ojos de los y las jóvenes, a los
que no lograron asesinar, quedaron con graves afectaciones
y pérdida de sus ojos, a causa de las balas y recalzadas
disparadas por este grupo.
Por esto, desde hace un par de décadas el movimiento social
y organizaciones de derechos humanos vienen presionando
el desmonte de este escuadrón de la muerte. Exigencia
que tuvo una aparente luz de esperanza en la campaña
de Gustavo Petro en 2022, pues dentro de su programa de
cambios prometía desmontar el ESMAD y sacar a la policía
del Ministerio de defensa, otra histórica exigencia del
movimiento por los derechos humanos.
El Gobierno del cambio, no hizo el cambio
La promesa del desmonte del Esmad generó muchas
expectativas e ilusionó con la posibilidad de lograr el
cumplimiento de una histórica lucha. Sin embargo, fue, por
el contrario, una de las primeras desilusiones y sospechas
sobre el gobierno progresista, pues sin mayor vergüenza
y como una burla al movimiento social que lo eligió, Petro
no cumplió y simplemente hizo cambios cosméticos a tan
espeluznante máquina de matar.
En marzo de 2023 se oficializó el nuevo nombre del Esmad,
la Unidad de Diálogo y Mantenimiento del Orden (UNDMO).
Una decisión que no desmontó la estructura, ni hizo ningún
cambio profundo en las funciones, por el contrario, amplió
el espectro de actuación de esta unidad, bajo el supuesto de
contar con agentes de diálogo previo a las intervenciones,
legitimando con ello los abusos y violaciones de derechos
humanos, históricamente denunciados.
Contradicción o burla
Hoy el presidente llama a la movilización y lanza discursos
aparentemente radicales frente a la oligarquía que le ha
negado las más mínimas reformas, a pesar de ello mantiene
representantes de ese viejo régimen dentro de su gobierno.
Pero lo más asombroso del actuar del gobierno, es que
mientras enarbola discursos y retóricas de movilización y
lucha por los derechos. Sus fuerzas militares mantienen
la doctrina del Enemigo Interno y continúan bajo las
orientaciones dictadas por los EE.UU, que manda a dar trato
de guerra a la movilización social.
Es decir, mientras el pueblo continúa saliendo a movilizarse
y Petro trata de utilizarlo, las dinámicas de persecución,
señalamiento y represión continúan intactas. Escuadrones
como la hoy llamada UNDMO siguen ejerciendo sus
modalidades criminales contra los manifestantes, como la
represión que hicieron contra las marchas del pasado 8 de
marzo.
Nada de lo prometido como “proceso de transformación
policial”, no se tuvo en cuenta las sugerencias y las exigencias
hechas por el movimiento social, que fundamentalmente
exigía el replanteamiento de la Doctrina de Seguridad. Dicha
intención solo está presente en los discursos del presidente,
pero no hay ninguna acción, determinación o decreto en esa
vía. La violencia y la criminalidad sistemática de la policía
continúan intactas.
El gobierno progresista pasó por encima de los derechos de
las víctimas de la violencia policial, ignoró los llamados a
la desmilitarización de la policía. Y mantiene la impunidad
tanto de los crímenes cometidos y legitimó el actuar de
estos cuerpos represivos. Difícil pensar en construir la paz
sosteniendo estos escuadrones de la muerte, que, junto al
reciclaje del paramilitarismo y la sociedad de las Fuerzas
Armadas con bandas narcoparamilitares, configuran un
escenario muy similar al de los gobiernos anteriores.