
Amalia Santan
Desde las montañas y ríos del pacífico colombiano, la
comandante Marta decidió dar por primera vez una
entrevista [*], dirigiéndose a todo el pueblo colombiano, pero
especialmente a los pueblos afro, indígenas y campesinos del
Chocó.
Sobre la Comandante Marta, una mujer que hoy dirige al
ELN, el enemigo ha dicho muchas cosas. Los medios de
comunicación la han tildado de ‘bruja’, han despotricado
de su vida, se han inventado todo tipo de mentiras, han
dicho que aterroriza a la población civil y a las comunidades del
Chocó. Nada más falso. En esta entrevista la comandante Marta
nos deja ver su humildad, alegría y compromiso revolucionario.
Cuando una mujer asume con valentía cualquier rol en la sociedad
machista y patriarcal, cuando habla fuerte y no se deja violentar,
pronto recibe todo tipo de señalamientos para desconocer sus
capacidades y su liderazgo: que es una ‘bruja’, que está ‘loca’, que
es una ‘puta’. Jamás recibirán esos señalamientos los hombres,
muchos menos los líderes políticos.
Al enemigo le duele y lo derrota en lo más profundo de su
existencia patriarcal la vida y la lucha de una mujer, como
la Comandante Marta. Una mujer que dirige un ejército
revolucionario en una de las regiones más golpeadas y afectadas
por el narco paramilitarismo, que, actuando de la mano con el
ejército colombiano, es responsable de múltiples crímenes en
contra de la población afro, indígena y mestiza y especialmente
en contra de las mujeres.
A los grupos paramilitares en el Chocó, ensañados contra la vida
de las mujeres y las niñas, los enfrenta una insurgencia dirigida
por la Comandante Marta. Mientras con hipocresía los medios
de comunicación y algunos sectores de la opinión pública se
empeñan en deslegitimar al ELN, el Clan del Golfo que actúa en
connivencia con el ejército estatal, desarrolla desde 2024 un «Plan
feminicidio» contra las mujeres indígenas y negras, declarándolas
objetivos militares. Organizaciones defensoras de derechos
humanos han documentado, cómo los paramilitares han obligado
incluso a mujeres indígenas a bailar para ellos, sometiéndolas a
tratos degradantes. Esta barbarie es la que enfrenta el ELN en el
occidente del país.
Con su sonrisa y su gentileza, la Comandante Marta nos habla
de la cotidianidad de la lucha insurgente, vivida y vista por los
ojos de las mujeres insurgentes. Nos recuerda lo lindas que se
ven las estrellas desde un campamento guerrillero, la alegría de
compartir a la orilla de un río entre compañeros y compañeras,
de disfrutar las conversaciones y tertulias sobre nuestros sueños
de paz y justicia. Esa es la cotidianidad en el ELN, eso somos,
mujeres que hemos entregado la vida entera en las selvas, ríos,
montañas y ciudades de Colombia, para transformar el destino que
los poderosos han querido imponernos. Por esto, somos doble y
triplemente condenadas, pues al régimen capitalista y patriarcal
le duele mucho más cuando las mujeres nos hacemos rebeldes.
Sin evasivas, le habla al pueblo también de la realidad de los
Paros Armados, que lejos de ser lo que el régimen anuncia en los
medios de comunicación, son una forma de visibilizar la crisis de
las comunidades y de proteger a la región del avance del narco
paramilitarismo. El accionar del ELN es la respuesta ante un
Estado que se niega a combatir a los grupos militares, y que por
el contrario se alía y legisla a favor de ellos.
Por supuesto, la guerra genera impactos negativos en las
comunidades, la guerra es dura para todos y todas, especialmente
para las mujeres, que cargamos hasta dos y tres veces el peso en esta
lucha por defender la vida. Por eso la Comandante Marta ratifica
nuestra voluntad por construir una paz con transformaciones,
de la mano de las comunidades y desde el corazón de las regiones
de Colombia.
En la voz de Marta nos sentimos representadas todas las
mujeres guerrilleras, pues somos conscientes que la nueva
sociedad que estamos construyendo y pariendo no será posible
sin toda nuestra fuerza, lucha y creatividad revolucionaria.
Es por eso que hoy, para el ELN, la lucha antipatriarcal es una
prioridad y una bandera para transformar la sociedad, pero
también para transfórmanos a nosotros y nosotras mismas.