
Claudia Julieta Parra
En la última década la producción del país se ha venido
desacelerando, ocasionado un desbalance entre los pasivos
y los activos de la nación, acrecentando el déficit fiscal y
obligando a sobregirar los empréstitos, aumentando cada día
más el déficit de cuenta corriente.
Sin demeritar los avances en materia económica de este
Gobierno, nuestra economía continúa desacelerada
y con proyecciones que no superan los márgenes de
productividad prepandémica; esto ha llevado a que el
Gobierno se vea obligado a incrementar ostensiblemente la
Deuda Externa (DE), lo que aumenta el ya abultado déficit
fiscal y ce acerca peligrosamente a los márgenes rojos de la
capacidad de endeudamiento.
Recientemente el Banco de la República [*] dio a conocer las cifras
de la DE a corte del mes de mayo de este año, que llegó a 207.657
millones de dólares, equivalente al 49,17 por ciento del Producto
Interno Bruto (PIB), cifra que respecto a mayo del año anterior
representa un incremento del 5,45 por ciento, sin embargo, pero
en términos de relación con el PIB tuvo una disminución de 1,06
puntos porcentuales, disparidad en los indicadores que suscita
interrogantes, como ¿el Gobierno logró bajar la Deuda Externa?
La disminución de la DE con referencia al PIB no se puede
analizar como una disminución de este pasivo, solo indica que al
incrementarse levemente la producción interna el peso de este
pasivo decrementa su relación con el PIB, pero esto no implica
que monetariamente la DE se merme. En términos absolutos hay
que dejar claro que en un solo año (mayo, 2024 – mayo 2025)
la DE se incrementó en 10.737 millones de dólares, lo que tiene
repercusión directa en un nuestro déficit fiscal, ya que, a mayor
deuda, mayor pago por concepto de intereses.
Ante una economía desacelerada que crece muy lento y
con márgenes inferiores al volumen de gastos del Estado,
el Gobierno está obligado replantear el Gasto Corriente
(burocracia, guerra, pago de DE), ya que este devora más de
dos tercios de los ingresos de la nación, causando el constante
aumento del déficit fiscal; cualquier política económica es
inocua sino se implementan transformaciones estructurales
en los patrones de consumo y gasto, y se producen políticas
que mejoren el poder adquisitivo per cápita.