
Omaira Sáchica
En la última década se han venido intensificando las olas de
calor, y en lo corrido de este año es intensa e incrementa sus
estragos ambientales; este y otros desórdenes climáticos
evidencian aún más la cercanía de un colapso del planeta.
El modelo económico se centra en la sobreproducción y
el hiperconsumo para acumular más el capital en un
reducido grupo económico, sin ninguna salvaguarda
del medioambiente y el planeta; de esta expoliación
desmedida de los bienes naturales y el sobre incremento de
la emisión de gases letales para la atmósfera, han generado
una crisis medioambiental, con cambios profundos al
clima del planeta, la destrucción de grandes biomas como
la Amazonía y el permafrost de la Antártida, entre otros,
ecosistemas determinantes para mantener en equilibrio
los Gases de Efecto Invernadero (GEI), así contrarrestar
el Calentamiento Global (CG) y frenar el Cambio Climático
(CC).
GEI-CG
Los GEI están presentes en la atmósfera porque sirven
para mantener la temperatura del planeta, pero, la sobre
industrialización y el consumo voraz de los bienes naturales
no renovables, ha incrementado los GEI y gases letales como el
Clorofluorocarbono (CFC), el Hidroflurocarbono (HFC), y el
Hexafluoruro de azufre (SF6); saturación que ha ocasionado
un desbalance en la química ambiental, generando cambios
significativos, como las olas de calor, el incremento de la
pluviosidad y los patrones de viento, entre otros.
El aumento del calor conlleva el derretimiento de los
glaciares y el aumento del nivel del mar, que está
creciendo aproximadamente 3,3 milímetros por año. Los
Estados apenas toman medidas cosméticas, pero no atacan
problemas estructurales como el hiperconsumo, la sobre
industrialización, la dependencia de combustibles fósiles,
la expoliación de los bienes ambientales, entre otros. La
Organización Meteorológica Mundial (OMM) afirma que, “el
calor extremo no da tregua y podría tener consecuencias
mortales si la población no toma las debidas medidas de
protección, lo que es peor, aún seguimos sin tomar medidas
radicales que frenen el Calentamiento Global” [1].
La temperatura aumenta aceleradamente
El último informe de la OMM, advirtió que existe una
probabilidad del 70 por ciento de que, entre 2025 y
2029, la temperatura global supere los 1,5 °C de aumento
de temperatura promedio respecto de los niveles
preindustriales; la OMM enfatiza que, “los crecientes
incrementos de temperatura constituyen una advertencia
inequívoca de que nos acercamos cada vez más a los objetivos
establecidos en el Acuerdo de París sobre el cambio climático,
que se refieren a los aumentos de temperatura a largo plazo
durante décadas, no de uno a cinco años” [2].
La OMM, llama la atención sobre las implicaciones
climatológicas de las frecuentes sequías en la cuenca
amazónica, el deshielo constante del permafrost antártico,
donde los incrementos de temperatura superan 3 veces
los presentados en el hemisferio norte. António Guterres
Secretario General de las Naciones Unidas afirma que,
«estamos jugando a la ruleta rusa con nuestro planeta,
tenemos que encontrar una salida de esta autopista que nos
lleva al infierno climático; la lucha para limitar el aumento
de la temperatura a 1,5 °C se ganará o se perderá en la década
de 2020, bajo la mirada de los líderes actuales» [3].
Los principales científicos del Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), plantean que es
casi inminente que el aumento de las temperaturas globales
llegue a cifras cercanas a los 2,5°C; con la que sobrevendrán
hambrunas, conflictos y migraciones masivas, impulsados
por olas de calor, incendios forestales, inundaciones y
tormentas de una intensidad y frecuencia muy superiores
a las que ya se han producido. Los científicos son enfáticos
en afirmar que, “la crisis climática ya está causando
daños profundos, ya que la temperatura global promedio
ha alcanzado alrededor de 1,2 °C por encima del promedio
preindustrial en los últimos cuatro años; la escala de los
impactos futuros dependerá de lo que suceda, o no, en la
política, las finanzas, la tecnología y la sociedad global, y de
cómo responden el clima y los ecosistemas de la Tierra” [4].
Según los expertos del IPCC, el aumento de la temperatura
se podría estabilizar si las emisiones de CO2 alcanzan el
‘cero neto’, es decir, que la suma de los gases que se emitan
y los que el planeta pueda absorber sea cero; para llegar
a estos niveles se debe disminuir la Huella de Carbono, lo
que implica reducir drásticamente las emisiones de los GEI,
que a su vez requiere un cambio en los patrones industrial,
extractivo y el consumo de energía fósil, entre otros. Según
la revista BioScience “existe una creciente evidencia de
que nos estamos acercando o ya hemos cruzado puntos de
inflexión asociados con partes críticas del sistema terrestre,
incluidas las capas de hielo de la Antártida Occidental y
Groenlandia, los arrecifes de coral de aguas cálidas y la selva
amazónica” [5].
Por una política ambiental protectora de los biomas
No hay lugar a dudas de que el Cambio Climático está
arrasando con múltiples biomas y ecosistemas, como producto
del capitalismo, por ende, implica transformaciones de
fondo en el modelo económico depredador y desarrollar un
nuevo modelo proteccionista del medioambiente, que cambie
las políticas económicas, un nuevo modelo que se centre
en la preservación ambiental en armonía con el sistema
productivo.
Salvar la reproducción de la vida implica que suspendan
prácticas lesivas como el fracking, la minería a cielo abierto,
la tala de bosques primarios, entre otros; pero esto limitaría
las ganancias de las multinacionales, que tienen injerencia
directa en los Gobiernos y esto les permite conservar intactas
sus ganacias; por estono es fácil gestar leyes que prioricen
la reproducción de la vida y la coloquen por encima de la
reproducción del capital; por lo tanto, estos cambios exigen
el fortalecimineto de las organizaciones ambientalistas para
que dinamicen una lucha social y popular masiva en torno a
la defensa del planeta y la vida.