
Damaris Izaguirre
Es irrefutable de que los animales son seres sintientes
y en este marco la jurisprudencia los ha reconocido como sujetos
de derechos, y por ende cualquier conducta violenta o cruel que vulnere
su integridad, no tiene asidero y es ponderable sobre otros derechos.
Desde los inicios de la civilización se han practicado
actividades y/o “espectáculos” sádicos y cruentos
contra los animales. En pleno siglo XXI algunas de
estas prácticas se sostienen bajo la falacia de que
son un “espectáculo cultural” y que por ser “tradición” deben
continuarse, muestra de ello es el toreo, el coleo, las peleas
de gallos, entre otros, ¿el sadismo y la tortura se pueden
considerar cultura?
Los cambios generacionales trajeron mayor acceso a la información
y concientización social, llevando a que los sujetos sociales tengan
mayor conciencia ambiental y mayor empatía con los animales, lo
que conllevó a que hoy la sociedad considere a los animales como
‘seres sintientes’, merecedores a derechos básicos, como no ser
maltratados o torturados.
En Colombia surgió la Ley 1774 de 2016 que declaró a los animales
como seres sintientes, un año después, la Corte Suprema de
Justicia fue más allá y a través de la Sentencia C-343 de 2017
decretó que, “los animales son sujetos de derechos sintientes no
humanos que como tales tienen prerrogativas en su condición de
fauna protegida a la salvaguarda por virtud de la biodiversidad
y del equilibrio natural de las especies, y especialmente la de
naturaleza silvestre. Como tales, deben ser objeto de conservación
y protección frente al padecimiento, maltrato y crueldad
injustificada”.
Tras muchos años de lucha de la ciudadanía, las organizaciones
animalistas y ambientalistas contra las transnacionales y los
emporios que viven de la tortura y el sadismo, como es el caso
de los que promueven la tauromaquia y las peleas de gallos, el
año anterior el Congreso aprobó la Ley 2385 de 2024, -conocida
como ‘Ley No Más Olé’-, que prohíbe las corridas de toros, rajoneo,
novilladas, becerradas y tientas y, que entrará en vigencia plena
partir de 2027; en este plazo de 3 años se deberá ir haciendo
la respectiva adecuación de los espacios, que se empleaban para
esta barbárica costumbre
La semana anterior la Ley 2385/24 fue ratificada unánimemente
por los magistrados de la Sala Plena de la Corte Constitucional;
que no sucumbió al lobby de los empresarios de la tortura
animal. En su sentencia fue más allá de lo que legisló el Congreso,
ya que amplió el veto a las corralejas, los toros coleados y las
peleas de gallos, al declarar inexequible el apartado de la norma
que las mantenía como una excepción. La Corte fue enfática al
afirmar que, “las prácticas de maltrato animal inherentes a estas
actividades atentan contra los principios constitucionales de
dignidad humana y el bienestar de los seres vivos”
El cierre definitivo de la mal llamada fiesta brava y las cruentas
peleas de gallos, es apenas el arranque de una larga gesta en pro
de la defensa de los derechos de los ‘seres sintientes’, ya que otras
prácticas cruentas siguen siendo permitidas como es el caso de
las cabalgatas, los perros antinarcóticos y antiexplosivos, entre
otras.
No es suficiente con una ley para salvaguardar los derechos de
los ‘seres sintientes’, a la par como sociedad debemos construir
nuevos paradigmas, que rompan con el ‘psicópata’ enfoque que
ve a la muerte como cultura y como un negocio lucrativo, basta
con ver los titulares amañados de algunos grandes medios:
“Prohibición de corralejas tiene en vilo a empresarios taurinos y
ganaderos en pueblos del Caribe colombiano”, “empresarios de las
‘peleas de gallos’ duramente afectados por la Corte”, “más de 200
mil empleos se perderán por la decisión de la Corte de prohibir la
corridas de toros, las corralejas y las peleas de gallos”; de manera
parcial y en defensa de los empresarios necrófilos, muchos medios
prepago enfocaban el fallo de la Corte como algo lesivo que dejaba
a muchas personas sin empleo, bajo ningún sentido el empleo y
desarrollo se puede sustentar en el sufrimiento o la tortura de
un ‘ser sintiente’.
Gestar una nueva sociedad con justicia y equidad tiene
implícito la coexistencia pacífica con los ‘seres sintientes’ y la
protección irrestricta del medio ambiente; desde luego estos
cambios no los harán los grandes emporios económicos o los
legisladores al servicio de estos, somos nosotros quienes a
través de la lucha y resistencia popular lograremos los cambios
estructurales que nos ha negado el régimen.