
Antonio García, Primer Comandante del ELN
Cuando Pete Hegseth cambió la placa de «Secretario
de Defensa» por «Secretario de Guerra» en su oficina del
Pentágono, no estaba simplemente recuperando un título
histórico abandonado en 1949. Enviaba el mensaje que
hoy Trump quiere construir, la narrativa al servicio de una
estrategia que se proyecta como una doctrina continental.
Como en la película de La Guerra de las Galaxias, el
imperio de los Estados Unidos desata una persecución
contra los gobiernos que presentan algún vestigio
de soberanía y autodeterminación. Así mismo,
fortalece su presencia y estrategia sobre aquellos gobiernos
sumisos. Pero, además de ello, esta arremetida sobre centro
y sur América busca generar una especie de disuasión
ante el avance de China y Rusia en la región, y frente al
multilateralismo que amenaza su estrategia unipolar.
En tal sentido, hay un escenario servido para una posible
agresión: el panorama es sombrío, la presencia en Puerto
Rico de cazas F-35 y los destructores desplegados en el
Caribe, amenazan no solo con una posible agresión militar
a Venezuela, sino al continente entero. La historia de las
guerras está plagada de confrontaciones que se iniciaron
por un detalle. El hecho es que, ya desplegadas las fuerzas,
cualquier error puede ser desencadenante. Por ello, como
pueblos, hay que estar preparados y dispuestos a enfrentar
la amenaza.
Esta agresión es la expresión clara del imperio estadounidense
que percibe su hegemonía amenazada y opta por remozar
sus doctrinas y acentuar su dominación. Es la imposición,
por la fuerza o el engaño, para garantizar que los recursos
naturales y estratégicos de nuestros pueblos estén bajo su
control. O como ya lo expresó el mismo Peter Hegseth en una
entrevista con Fox News: «no se quedará de brazos cruzados».
Ahora bien, ninguna guerra está ganada en la previa. Estados
Unidos ha acumulado más derrotas que “triunfos”. En su
record solo están éxitos transitorios, pues la historia no la
decide quién gana hoy, sino quien construye con sus actos
el futuro.
El momento es complejo e impredecible, lo que hace
que sea absolutamente imprescindible, que los pueblos
latinoamericanos tengamos plena consciencia y
determinación, para enfrentar y resistir a la maquinaria
imperialista, que hoy apunta contra nuestras vidas,
soberanía y dignidad. La defensa de Nuestra América exige
compromiso, unidad, claridad de pensamiento y acción
decidida. En este momento decisivo, la lucha no es solo de un
país, sino de todo un continente que se niega a ser saqueado
y humillado.
En este contexto, sin duda que el cuento de la descertificación
es un chantaje más de los EEUU en su fracasada y falsa
guerra contra las drogas. Colombia, más que discursos, lo
que necesita son gobiernos coherentes comprometidos con
las mayorías y la soberanía de la nación.
El verdadero peligro, más allá que Trump mienta sobre
Venezuela o militarice el Caribe, es que está normalizando
un modo de hacer política donde la verdad se vuelve
negociable y donde el futuro queda rehén del presente como
espectáculo.