
Damaris Izaguirre
El Tío Sam impuso la Doctrina del
Enemigo Interno y el régimen la
aplica para sofocar la sublevación
popular; el extermino del liderazgo
popular lo perpetran con “fuerzas
oscuras” coludidas con las Fuerzas
Armadas (FFAA) y lo cubren con
impunidad desde el sistema judicial.
E n nuestro país la desigualdad, la pobreza y la exclusión
están a la orden del día y son el caldo de cultivo para
hacer obligatorio cualquier proceso insurreccional, no
obstante, estas causas dieron origen a la insurgencia
en la mitad del siglo anterior, además, ante la persistencia
de dichas problemáticas sociales y la orfandad estatal en la
que sucumbe la Colombia profunda, la insurrección armada
y no armada se legitima y deja de ser una necesidad para
convertirse en un derecho de los pueblos.
Ante la evidente falta de voluntad política del régimen
para transformar la sociedad, la represión violenta y el
exterminio del liderazgo social, en abierta colusión entre
los paramilitares y las fuerzas del Estado, los han vuelto
el instrumento predilecto del régimen para “Pacificar” el
avance del movimiento social y apagar cualquier conato
insurreccional, para sostener sus privilegios y mantener
inamovible el statu quo.
El régimen ha dejado claro que el exterminio de cualquiera
que piense diferente a su doctrina es instrumental a sus
intereses. Era lógico pensar que un cambio de Gobierno, donde
exista una mínima inclinación al progresismo reformista,
como es el caso del Gobierno actual, bastaría para que cese
el exterminio del liderazgo social, pero esto no son más que
anhelos.
El Genocidio en curso contra el liderazgo social depende
de la Doctrina de Seguridad Nacional que fundamente la
política del ’Enemigo Interno’, la que convierte en objetivo
militar y paramilitar a todo aquel que piense distinto o se
atreva a ser una voz disonante; esta política no depende del
Gobierno de turno, sino que emana directamente del Tío
Sam, por tanto, mientras el régimen sea subordinado de los
intereses del imperio norteamericano, continuará la política
de exterminar el liderazgo social y la tierra arrasada.
Una de las promesas de la campaña electoral del actual
Gobierno, fue deconstruir la Doctrina de Seguridad Nacional
y erigir un nuevo paradigma opuesto al Terror de Estado,
como método para ahogar en sangre las exigencias de cambio
del movimiento social y sostener el statu quo; promesa que
apenas fue una ‘venta de humo’. Para sostener la fracasada
alianza de gobernabilidad, el Gobierno progresista se ha
negado a transformar radicalmente la Doctrina de Seguridad
Nacional impuesta por el Tío Sam, que lo hace responsable
de este Genocidio, ya que mientras no cambie esta Doctrina,
el liderazgo social seguirá siendo considerado un Enemigo
Interno, que debe ser exterminado con prontitud y fiereza.
Resulta paradójico que Petro constantemente esté
cuestionando el Genocidio que comete Israel contra el
pueblo palestino, pero que a su vez no actúe con la misma
vehemencia en Colombia, para tomar medidas radicales y
definitivas, que paren el exterminio del que viene siendo
víctima el movimiento social y popular, desde mediados del
siglo pasado.
Desde luego es legítima y justificada la exigencia de libertad
para el pueblo palestino, pero también debe tener prelación
la lucha contra el Genocidio en curso que se vive en
nuestro país, ¿por qué el Presidente no lucha con coraje y
determinación por la defensa del liderazgo popular?, ¿por
qué Petro no rompe relaciones con el régimen que es el
directo responsable del Genocidio en curso que perpetran
en Colombia?, ¿por qué el Gobierno del Cambio incumplió su
promesa de deponer la Doctrina de seguridad?
El exterminio del liderazgo social al ser instrumental al
régimen, solo puede ser detenido si este o cualquier gobierno
toma la firme determinación de hacer ruptura categórica con
este régimen necrófilo; sin embargo, los hechos muestran
que esta administración parece ‘hablar duro’, pero no está
dispuesta a romper con el viejo régimen ni mucho menos
llevarle la contraria al Tío Sam, y construir una gobernatura
del pueblo y para el pueblo; por lo tanto, solo queda una
opción, la lucha organizada y frontal de los excluidos, de
los grandes grupos sociales de ascendencia popular, para
construir un cambio con equidad social, porque ‘solo el
pueblo salva el pueblo’.