Himelda Ascanio
A propósito del holocausto del Palacio de Justicia ocurrido
en 1985, cabe recordar que en Colombia también ocurre un
genocidio continuado contra liderazgos sociales. La matanza
de campesinos, indígenas, comunidades negras y pobladores
urbanos, es otro holocausto, ambas matanzas muy dolorosas
siguen en la impunidad.
La memoria no puede dejarse solo para algunos hechos,
y siempre que se conmemore o recuerden hechos
atroces cometidos por el Estado, hay que recordar que
en Colombia hay un genocidio en curso, continuado
desde hace décadas, que sigue cobrando víctimas en las
organizaciones sociales.
Este genocidio es la resultante de una política con una
estrategia paramilitar dictada desde Estados Unidos, acatada
y aplicada al pie de la letra por el Estado colombiano. El
establecimiento ha construido durante más de 50 años un
complejo entramado mafioso y paramilitar, tomando como
base la Doctrina de Seguridad del Enemigo Interno. Por la
que, a pesar del paso del tiempo, continuaron aplicando la
estigmatización, señalamiento y asesinato de todos aquellos
procesos organizativos populares, que buscan la construcción
de un país con vida digna para las mayorías.
Por ello, solo un gobierno sin un real poder y que, por el
contrario, se estrella contra esos entramados, no puede
generar cambios en las costumbres genocidas imperantes.
Transformaciones que tendrían que impulsarse desde
la organización popular y la movilización, y no desde las
lógicas del propio Estado, mucho menos con acuerdos falaces
y representantes del viejo régimen.
Hoy la realidad de las comunidades sigue siendo muy
compleja. La estrategia de paramilitarismo ha continuado
su implementación y se impulsa con saña desde la obediente
oligarquía criolla. Los síntomas del declive del imperio
estadounidense hacen que estas estrategias y políticas
se apliquen con mayor desespero, intentando impulsar e
instalar ideas fascistas en los territorios. Con lo cual, la
Doctrina de Seguridad Nacional tiene un remozamiento, ya
que mantiene su esencia de buscar enemigos dentro de las
comunidades.

El sostenimiento de estas estrategias desde el alto gobierno, no
solo le sigue abriendo la puerta al exterminio y la impunidad,
sino que perpetúa la guerra y niega las posibilidades de una
salida política al conflicto. Con un genocidio en curso, es
imposible construir lógicas y dinámicas de paz.
Un primer paso que debe darse, es justamente el reconocimiento
de la existencia de un genocidio continuado contra líderes y
lideresas sociales, la continuidad de una estrategia que busca
eliminar a las todas las voces disidentes del pensamiento
sumiso y entregado a intereses extranjeros. Desmontar
el paramilitarismo, tanto en sus formas organizativas,
mercenarias y operadoras de la guerra proxy, como en sus
formas de pensamiento fascista impulsadas para normalizar
y segregar.
Asesinados de la semana
Andrés Giraldo Velásquez, era un reconocido líder social
y juvenil, además de servidor público de la Secretaría de
Cultura y Medio Ambiente de la Alcaldía de El Carmen de
Viboral, en el departamento de Antioquia; fue asesinado el
8 de noviembre en un establecimiento público durante una
masacre en la que hombres armados dispararon de manera
indiscriminada, causando su muerte en el lugar junto con
otras víctimas.
