
Damaris Izaguirre
Las políticas del país deberían ser
autonomía del Estado, pero, por
la sumisión y comportamiento de
colonia de nuestro país, las políticas
internas las define el Tío Sam y mucho
más en la lucha antidrogas, donde el
imperio del norte ordena, califica
y certifica. ¿Cuándo seremos autónomos?
Hace más de cinco décadas el Presidente Richard
Nixon (1969-1974) decretó la Guerra de EEUU
contra las drogas, política que debería ser aplicada
a la nación que la profirió, sin embargo, desde la
década del setenta está ha sido impuesta en los países donde
Estados Unidos (EEUU) tiene injerencia y que los ve no como
naciones aliadas, sino como colonias de su imperio.
El modelo antidrogas impuesto por el Tío Sam, que centra en
el ataque a los campesinos humildes que cultivan la hoja de
coca y en los consumidores, a la par que protege y negocia
con los grandes narcos para repartir las ganancias; lo que
lo convierte en un modelo fracasado que jamás lograra
acabar con el narcotráfico, por el contrario, lo fortalece y lo
extiende.
Desde 1986 el Tío Sam decidido que evaluaría y calificaría a
sus “colonias” respecto a los esfuerzos antinarcóticos, desde
luego, enfocados a los intereses del imperio y no de cada país.
Días atrás ya se escuchaban los rumores de la inminente
descertificación de este país, lo que inquieto a lobistas y
lagartos para tratar de hacer gestiones, que les permitiera
sacar pecho y brillar momentáneamente.
Petro hizo todo un show porque un grupo de Alcaldes
viajaron a visitar al Tío Sam, para postrarse y rogar por la
certificación, algunos dirán que el show de Petro era un grito
de autonomía y deslinde de la política antidrogas de EEUU,
pero, a la par que Petro hacía alaraca por la visita de los
alcaldes, enviaba un grupo de su séquito con las rodilleras
bien puestas y las bayetillas listas para lustrar las botas
del Tío Sam, entonces la alaraca no era por un impulso de
autonomía sino por quien se arrodillaba primero.
En otro cuadro del performance de Petro, respondía ante las
críticas por el crecimiento de los cultivos de uso ilícito y la
anunciada desertificación, a la vez que reculó su postura
de no fumigación con glifosato y sustitución voluntaria de
cultivos, con un curioso post: “dada la táctica mafiosa de
oponer personal civil al Ejército, la Corte Constitucional
debe reconsiderar su Sentencia. Allí donde la ciudadanía
ataque al Ejército habrá fumigación aérea”.
¿Qué pasó con el discurso ambiental y de protección del
medioambiente que impulsó Petro en campaña?, ¿qué pasó
con la neo-política antidrogas que promulgaba a comienzos
de su mandato, donde priorizaba la sustitución voluntaria
y rechazaba “envenenar el campo colombiano”? Como suele
pasar con las promesas y discursos de Petro, todo se quedó
en castillos de humo que se disipan en el aire.
Petro aunque posa de independiente y radical contra su amo
el Tío Sam, realmente es sumiso, en los más de 3 años de
su Gobierno jamás cambió la política de seguridad nacional
y mucho menos su doctrina del ‘enemigo interno’; además,
aunque Petro a proferido unos lindos e incendiarios discursos
sobre un nuevo modelo antidrogas, donde el consumidor se
trate como un enfermo y el humilde cultivador se vea como
una víctima del sistema, en la praxis, no se ha movido ni un
ápice del fracasado modelo que le impone EEUU.
Cuando Petro plantea el retorno de la aspersión aérea con
glifosato, sabe que este método no sirve, tal como lo ha
develado la Comisión de Política de Drogas del Hemisferio
Occidental (Whdpc, por sus siglas en inglés) del Congreso
de EEUU, que años atrás concluyó que, “la erradicación
forzada y la fumigación aérea con Glifosato no sirven, al
contrario causan más daño, por lo que se debe implementar
la sustitución voluntaria de los cultivos de uso ilícito, que
debe ir acompañada de programas para el desarrollo de las
zonas más afectadas por el empobrecimiento, la exclusión
violenta y el narcotráfico” [*]; pero lo que importa es quedar
bien con el amo.
Los pueblos son autónomos y por tanto deben gozar de
libertad para gestar e instaurar sus propias políticas y no
regirse por las que le impone un imperio; en este sentido,
nuestro país está en mora de un deslinde categórico con las
doctrinas del imperio y romper de una vez por todas con el
pensamiento de que somos una neo-colonia del Tío Sam.
En conclusión, el debate no debería ser cómo evitar la
descertificación de los EEUU, sino sobre crear una política
autónoma, que realmente ataque y culmine el fenómeno
del narcotráfico, que en su momento nos convirtió en un
Narcoestado y a la fecha muchos sectores siguen siendo
ruedas de engranaje de esta nefasta mafia.