Damaris Izaguirre
Este Gobierno se negó a desarrollar el mandato
popular que le fue entregado y además
su política económica se dedicó
intensificar los gastos burocráticos
y suntuarios, consumiendo el erario y generando un
sobre endeudamiento, casi imposible de cubrir en las
próximas 2 décadas
La disminución de la pobreza y una sociedad más
equitativa e igualitaria, fueron los principales
anhelos que Petro instrumentalizó bajo la promesa
de desarrollar un Gobierno progresista; sin embargo,
la pobreza al igual que el costo de vida se han incrementado,
en gran medida porque este Gobierno no ha hecho una
ruptura radical con el viejo régimen y bajo el sofisma de la
gobernabilidad le sostiene sus privilegios.
A Los Nadie cada día nos cuesta más conseguir dinero y se
nos torna más difícil cubrir nuestros gastos más básicos
-medio comer, servicios y arriendo-; el producto interno
continúa siendo bajo, el déficit fiscal está por las nubes,
la flexibilización de la Regla Fiscal, entre otros, llevan el
déficit a márgenes insostenibles, pero, aun así, este Gobierno
no para de derrochar y no contempla la transformación de
la sociedad, ni mucho menos el cambio que nos prometieron.
Este Gobierno en días pasados endeudó al país por 23 billones
de pesos, a través de bonos del tesoro TES, con una Tasas de
13,15 por ciento, lo que perjudica gravemente la estabilidad
financiera, pero, no conforme con esto, decretó el estado de
Emergencia Económica, que dentro de sus medidas aplica el
impuesto del 5×1.000, medida que afecta a gran parte de la
clase media y baja.
En este contexto, queda claro que el mayor fracaso de este
Gobierno es la forma como ha manejado la economía, ya
que por un lado sigue aplicando los impuestos a Los Nadie’,
mientras beneficia a la plutocracia local y transnacional en
especial al sector financiero y bancario, pero a su vez, no
actúa para reducir el gasto estatal y la abultada burocracia.
Este Gobierno ha sido muy dado a medidas económicas
populistas, que dan la apariencia de bienestar, pero que
en realidad no resuelven la crisis socioeconómica que
padecen millones de colombianos; las estadísticas de pobreza
disminuyen, porque incrementaron la deuda pública para
dar unos pesitos más de subsidios, -¿de qué sirve alardear
con las cifras de desempleo, cuando estas se sustentan del
incremento del trabajo informal?-.
Sobre endeudarse con intereses altísimos y no invertir
estos recursos en la tecnificación de la producción nacional,
sino destinarlo a la burocracia, los sobornos y el derroche
de los altos funcionarios de Gobierno, no solo no resuelven
la crisis, sino que además incrementan el déficit y ponen en
vilo la solvencia futura del país.
La mayor traición a los intereses populares por parte de
este Gobierno, radica en no combatir de raíz de la pobreza y
la desigualdad, lo que sin duda, implica cambiar el modelo
económico, la falta de empleo y terminar las multimillonarias
concesiones a los megarricos; mientras estos cambios no
ocurran, la publicitada mitigación de la pobreza, no será más
que fantasía, un sueño efímero que te hace feliz, pero que se
disipa rápido.
El Gobierno debería empezar a preocuparse por los cerca de
12 millones de colombianos que ganan menos de un salario
mínimo y que viven del rebusque, es inadmisible que Los
Nadie cada día estemos peor y no podamos cubrir ni siquiera
los gastos básicos, mientras los banqueros y los megarricos
engrosan sus fortunas.
Acabar con la pobreza y la desigualdad es algo que le quedó
grande a este Gobierno, porque está atado a los acuerdos
hechos con el viejo régimen; no queda otra opción que la
presión social masiva y organizada, para exigirle al Estado
un cambio estructural que nos beneficie a Los Nadie.
