
Comando Central (COCE)
En Gaza primero bombardearon todos los templos islámicos
y ahora siguieron con uno cristiano, porque según el ministro
de Defensa israelí Yoah Gallant, los palestinos son ‘animales
humanos’, carentes de espiritualidad, intelecto y moral.
No tienen dónde esconder el racismo incurable de
esta cultura supremacista, pero el sufrimiento
de pueblos como el palestino, cuyo prolongado e
histórico heroísmo y sacrificio, ha desenmascarado
la arrogante barbarie con la que fundan la civilización
occidental; cimentada con los genocidios perpetrados por
los europeos a lo largo y ancho del planeta. Esta derrota de
Occidente en su forma civilizatoria, precede a otras derrotas
en los campos político y militar.
Según el antropólogo Emmanuel Todd, la decadencia del
Norte global ocurre en medio de la desaparición de su
estructura social y moral de origen religioso, dejándoles un
vacío que han llenado con el nihilismo, el cual los impulsa a
la destrucción de las personas, las cosas y la realidad. Y en
un artículo reciente, ‘La guerra como religión’, Todd afirma
que de la matriz nihilista están surgiendo nuevas religiones,
el evangelismo delirante en Estados Unidos y el judaísmo
ultraortodoxo en Israel; pero la verdadera nueva religión de
masas es el culto a la guerra.
Si Trump y Netanyahu son las cabezas de pueblos
supuestamente elegidos por Dios, encuentran justificado
hacer limpieza étnica y despojar la tierra a los palestinos,
es la misma lógica de todos los genocidios perpetrados por
todos los imperios, para saquear a otros pueblos en nombre de
distintas religiones guerreras y dioses de la guerra. Ahora,
esta nueva religión guerrera reemplaza el monoteísmo y su
moralidad de las sociedades protestante y judía.
En defensa de Occidente, algunos dirán que Trump y
Netanyahu apenas representan la fuerza bruta, pero hay
que recordar a un pensador más sutil, el muy admirado sir
Winston Churchill, al expresarse sobre el pueblo palestino
en 1937, esto sentenció:
«No estoy de acuerdo en que el perro tiene el derecho final al
comedero, aunque haya estado en él durante mucho tiempo.
No admito ese derecho. No admito, por ejemplo, que se haya
hecho un gran mal a los indios rojos de Estados Unidos o a los
negros de Australia. No admito que se les haya hecho un mal
a estas personas por el hecho de que una raza más fuerte,
una raza superior, una raza más cosmopolita, por decirlo de
alguna manera, ha llegado y tomado su lugar».
Nos queda el ejemplo del pueblo palestino, que, con su
lucha determinada, está enjuiciando la cultura genocida de
Occidente y convocando a los pueblos del Sur global, a arrojar
al basurero de la historia, la civilización que le confiere
estatus divino al genocidio y al despojo de la mayoría de la
humanidad.