Comando Central (COCE)
Cada 25 de noviembre nos sumamos a las
miles de voces, que reclaman la vida libre de
violencia contra las mujeres. Porque es una
convicción política y ética, un compromiso
ratificado por el ELN, como horizonte
estratégico, la lucha anti patriarcal,
anti capitalista, anti colonial y anti imperialista.
Hacemos memoria en esta fecha en la que se recuerda
el asesinato de las hermanas Mirabal: Minerva,
Patria y Teresa a manos de la dictadura de Trujillo en
República Dominicana, después de ser encarceladas
y sometidas a crueles torturas, como respuesta a su lucha
por la libertad del pueblo dominicano, nos lleva a recordar
también a las luchadoras incansables en todo el continente y
en el mundo.
Las mujeres han hecho parte de la resistencia y la lucha por la
liberación, por los derechos, por los cambios en todas las épocas;
han encarnado la dignidad y la capacidad de sacrificio de los
pueblos indígenas, negros, comunidades campesinas y urbanas,
en todas las regiones del mundo, por esto merecen siempre el
reconocimiento y homenajes.
Colombia no ha sido la excepción, en nuestra historia destacan la
resistencia de las mujeres indígenas en la lucha contra la invasión
extranjera, contra el saqueo y el exterminio de sus riquezas y
cultura, la Cacica Gaitana por citar un solo nombre; la lucha por
la independencia del colonialismo europeo con Manuela, Antonia
y Policarpa entre otras, que pasaron a la historia en nombre de
las muchas decididas, que acompañaron las gestas de la primera
independencia. Las luchas de las trabajadoras en las que el nombre
de Bartolina, Juana Julia, Maria Cano resaltan eternamente.
Todas han tenido que enfrentarse a la represión y la violencia, como
respuesta a un sistema y su régimen que, no han estado dispuestos
a ceder ni un poco de los privilegios de la clase en el poder.
El patriarcado en el sistema de dominación capitalista, expropia a
las mujeres no solo el fruto del trabajo, sino también el control sobre
sus cuerpos. La hegemonía patriarcal inocula la creencia, de poseer
el derecho a decidir sobre ellas, hasta creer que se puede ejercer
violencia extrema contra ellas. El sabio Federico Engels lo explicó
así: ‘la mujer es entregada al poder del hombre: cuando éste la mata,
no hace más que ejercer su derecho’
Esa lógica de propiedad sobre las mujeres es similar a la relación
que el capitalista tiene con el obrero: es la creencia que puede
disponer no solo del tiempo y el trabajo, sino también de la vida
del otro. Por esto, la lucha contra el patriarcado y la lucha contra
el capitalismo son inseparables. Si queremos terminar con la
violencia, tenemos que atacar ambos sistemas. No basta con
pelear por derechos formales, sino cambiamos la base económica
y social que sostiene la opresión de la mujer. Un movimiento anti
patriarcal que no cuestione el capitalismo, es un movimiento que
deja intacta la raíz del problema; y viceversa, un movimiento que
cuestione el capitalismo, pero no cuestione el patriarcado, seguirá
reproduciendo formas de opresión, desigualdad y violencia.
La conmemoración de La No Violencia Contra Las Mujeres es un
escenario propicio, para volver a mirar realidades que por ser
tan repetidas, se tornan invisibles, cotidianas y naturales, hasta
el momento en que hay que contar ‘otra menos’, otra víctima que
se nota más, a la que no se puede dejar de prestar atención por

una violación, un feminicidio, antecedidos por sistemáticas e
innumerables violencias, que pasaron desapercibidas, a las que
la sociedad se ha ido acostumbrando.
En Colombia las mujeres son el 51,2 por ciento de la población
nacional, de las que son mujeres más del 40 por ciento de las
personas pobres, quienes además a diario, son violentadas y
abusadas, mujeres y niñas de todas las regiones, donde cada año se
registran alarmantes cifras de feminicidios, que son asesinatos
de mujeres por condición de género.
Dos terceras partes de las 9 millones de personas desplazadas
son mujeres, víctimas de una violencia desproporcionada que ha
dejado secuelas y heridas, por la guerra que principalmente deja
viudas, madres, abuelas e hijas desamparadas.
Responden por la carga doméstica en que la crianza, cuidados
y manutención de los hijos e hijas, los asumen las madres, ante
la ausencia de los padres. Sufren la violencia obstétrica que
lentamente se vuelve parte de la agenda pública, después de
largos periodos de dolores silenciados.
Para las mujeres son mayores las barreras para el acceso a
estudios primarios secundarios y universitarios, más limitadas
las posibilidades para la participación política y mayores las
afectaciones a sus derechos, cuando se trata de las mujeres en las
cárceles.
En el Ejército de Liberación Nacional hemos asumido el reto
de aportar a la construcción de un proyecto de transformación
social, cultural y político, que incluya alternativas reales para
dignificar la vida de todos y todas.
Si queremos un futuro distinto, necesitamos organizarnos
como pueblo para poner fin a ambos sistemas de opresión,
superando el capitalismo y el patriarcado. No se trata de una
disputa ‘de mujeres contra hombres’, sino de la construcción
colectiva de una sociedad sin explotados ni explotadores,
donde nadie sea tratado como propiedad y donde el trabajo y la
vida se organicen para el bienestar de todos y todas.
