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Claudia Julieta Parra

Nuestra economía presenta realidades disímiles en lo
referente a fuentes de empleo y generación de ingresos de
sus habitantes; de las principales fuentes de percepción de
recursos es el trabajo informal y se abre camino como fuerza
motriz la economía popular.

Colombia es un país con potencial, sostenible y
sustentable; sin embargo, las políticas económicas
implantadas durante varias décadas, han generado
un sistema que no busca el incremento del poder
adquisitivo per cápita, sino que enfatiza en la disminución
tributaria de las grandes empresas, mientras el empleo
formal cada vez se reduce más y esas plazas vacantes
son cubiertas por el ascenso del trabajo informal. Esto se
debe en gran parte a que nuestra economía se rige por el
Trickle Down Effect (TDE, por sus siglas en inglés), donde la
productividad y el desarrollo se sustentan en la reducción de
la tributación de las grandes empresas, para que la riqueza
de los ricos crezca y chorree hacia las capas medias y bajas de
la sociedad, lo cual no ocurrió ni ocurrirá, porque el capital
oligopólico continua en aumento, mientras crece la pobreza
(monetaria y multidimensional) y la desigualdad.

En este contexto de capitalismo neoliberal y del trabajo
informal como única opción de sustento, surge la Economía
Popular (EP) [*], que está inmersa dentro del Plan Nacional
de Desarrollo (PND) 2022-2026. Aunque el PND reconoce
que la EP es de gran importancia para reactivar las unidades
de baja escala, en la praxis, el Gobierno no destina los
recursos necesarios y suficientes, para robustecer este tipo
de economía y consolidar su crecimiento; esto se debe a que
es imposible que este tipo de iniciativas fructifiquen, sin
que se modifique el modelo económico.

El más reciente informe de la Superintendencia Financiera,
muestra que el grueso de los recursos sigue concentrado en
la empresas de gran formato, mientras que sectores como
la economía popular, las MiPymes y el agro continúan con
saldos decrecientes, en la actualidad la EP no alcanza a llegar
al 35 por ciento de las metas trazadas, en gran medida porque
su crecimiento sigue ligado al viejo modelo crediticio, que
margina a miles de personas por no contar con la solvencia,
que exige el sistema económico y bancario.

Frenar la desaceleración del mercado y reactivar nuestra
económica solo puede ser posible, si se hacen cambios
estructurales a los modelos económico y financiero, de lo
contrario solo estaremos inyectando músculo monetario a
un modelo que alimenta el oligopolio, pero que no favorece
en absoluto a las esferas sociales baja y media; así que la
única opción posible es la transformación del sistema y la
creación de nuevos paradigmas económicos.