
Sergio Torres
En medio de las campañas presidenciales, repiten propuestas
trilladas, el presidente sigue haciendo discursos ‘progres’
y los del centro se disfrazan, mientras retiran al Consejero
comisionado de Paz, que solo aconsejó negocios, comisionó
engaños y se dedicó a la guerra.
Un panorama nada alentador, que lleva a pensar
y recordar en el Estallido Social de 2021. La
remembranza es adecuada, pues el levantamiento
social que generó una crisis de gobernabilidad e
hizo temblar las estructuras del statu quo, es el precedente
más cercano de la rebeldía y la esperanza de los cambios
profundos necesarios, para construir una sociedad en
condiciones de bienestar y vida digna para las mayorías.
Ante una situación casi insurreccional como la del 2021,
el progresismo fue el mejor antídoto. Fue la carta del viejo
régimen y el imperialismo para apaciguar, institucionalizar
e intentar desmovilizar los bríos revolucionarios,
principalmente de la juventud movilizada. Esta operación
de ‘lavado de cara’ al régimen, la cumpliría un gobierno
progresista con su camuflaje social y sus autodenominaciones
de revolucionario, todo en una retórica de engaño y efectismo.
Incluso apoyada por historias de rebelión armada, que hoy
la realidad desenmascara.
Mucha gente se preguntó, en su momento, ¿por qué la
sanguinaria oligarquía colombiana había permitido la
llegada de un gobierno progresista “de izquierda”? Siendo
tan experimentada en fraudes y asesinatos. La respuesta es
clara: 3 años después, el gobierno progresista fue su carta de
engaño, su opción de infiltración para el remozamiento. Una
máscara, un discurso, el viejo gato-pardismo, prometer la
revolución, hablar de reformas y nunca tocar las estructuras
del sistema excluyente y opresor.
En un país tan sacudido por la violencia, bajo décadas de
dominación oligárquica e imperialista, ese disfraz del
cambio fue un espejismo, la sed de paz y transformaciones
hizo ver un oasis progre. Hoy ya caímos en el desencanto de
la realidad. El genocidio contra liderazgos sociales continúa.
La doctrina contrainsurgente tiene un nuevo impulso. El
paramilitarismo crece mientras y hace público su maridaje
con las Fuerzas Armadas estatales. El gobierno, al igual que
sus antecesores, niega la existencia del conflicto social,
político y armado, que de paso se evidencia en su real
proyecto político.
«Pero otras cosas hay: fusiles corren por las picadas,
Sudamérica crece en su selva hacia la aurora”…
Como en el poema de Julio Cortazar, también existen otras
realidades, posibilidades y oportunidades. La falsedad
del progresismo como opción de cambio, supone otras
verdades; una, los cambios estructurales solo vendrán
por la lucha unitaria, decidida y directa del pueblo. Otra,
no se pueden hacer cambios desde el Estado mismo y sin
tocar sus estructuras. Incluso una más, la vigencia de la
izquierda armada, revolucionaria como real opción para la
transformación radical de la sociedad.
Al menos tres verdades, tres oportunidades de las cuales
asirse para no dejarse robar la esperanza de un país distinto,
de una sociedad en paz, con equidad y bienestar para las
mayorías. Que se caigan las falacias nos impulsa y confirma
nuestras convicciones: «La revolución es el pueblo, es fuerza
de pueblo; la revolución es lo que ustedes representan. Y las
ideas revolucionarias, las causas justas, la fuerza del pueblo,
¡son invencibles!». Fidel Castro R.