
Damaris Izaguirre
La respuesta reaccionaria del viejo régimen ante la idea
incipiente de convocar una Asamblea Constituyente Popular;
demuestra que la tal democracia representativa solo protege
los intereses de la oligarquía y el imperio, bloqueando que el
pueblo se emancipe.
La democracia representativa es una falacia, una burla a los
colombianos que confían sus anhelos a unos politicastros,
que en campaña ofrecen ‘castillos de humo’, y una vez son
elegidos olvidan sus promesas y los castillos se desvanecen;
mientras estos tipos se vuelven instrumentales al régimen y los
intereses de la plutocracia, que son totalmente contrarios a los
derechos de Los Nadie y de la Colombia profunda. Traición que ha
quedado evidente de nuevo, cuando los Congresistas obedeciendo a
la plutocracia, se han opuesto a cualquier reforma o propuesta que
le devuelva medianamente los derechos a la gente, confirmando
que su cargo es para sostener el statu quo, mientras aumentan el
empobrecimiento y la desigualdad, que es la esencia del sistema
económico y político dominante.
l llamado a una Constituyente de carácter popular, que se haga a
través de firmas y no del Congreso -que no representa los intereses
del pueblo-, para el régimen no es un anuncio a la ligera, es un conato
de una llama que los incendia, por el descontento generalizado
de un pueblo que se cansó de los abusos y que es consciente que,
‘solo el pueblo salva al pueblo’. Desde la óptica popular los cambios
estructurales son urgentes e indispensables, lo que quedó demostrado
con el Estallido Social de 2021, que no tenía como fundamento
cambiar el ordenamiento jurídico ni nada por el estilo, lo único que
exigía eran garantías y derechos reales, para cambiar las deplorables
condiciones de vida de la mayoría de colombianos.
Las transformaciones estructurales que exigió el Estallido Social
no se pueden dejar a la deriva, son mandatos populares que deben
cumplirse con o sin apoyo de los Gobiernos; el cambio no puede
quedarse en vilo, porque un Gobierno no fue lo suficientemente
decidido, como para transformar estructuralmente el país y en
cambio se dedicó a reformas superficiales -placebos que calmen
el ‘volcán popular’-. Por ello, la unidad popular y la lucha
determinada de los excluidos debe cualificarse y proseguir,
porque solo de manos de la lucha popular vendrán los cambios
y las trasformaciones de fondo, que durante décadas le han sido
negadas a Los Nadie.