
Claudia Julieta Parra
Comenzó la guerra de aranceles de Trump, los altísimos
impuestos cargados a países como China, desencadenan
medidas reciprocas por parte de los afectados, situación que
afectará a los mercados, en especial los que son dependientes
del capital extranjero.
Donald Trump desde su segunda llegada a la Casa Blanca
decidió imponer tarifas al comercio exterior, basándose
en lo que ha denominado ‘aranceles recíprocos’, y que,
de fondo, deja en claro que el comercio ya no será un
juego de concesiones, de un gana-gana de ambas partes, sino de
un ajuste de cuentas, donde solo busca favorecer los intereses
imperiales de Estados Unidos. El pasado 2 de abril, Trump, lanzó
una ofensiva comercial generalizada con aranceles masivos
contra China y la Unión Europea (UE) y uno mínimo del 10 por
ciento, que aplica a gran parte de los países latinoamericanos.
Aunque la nueva política arancelaria de Trump está enfilada
contra sus potencias rivales -China y UE-, Colombia en menor
grado también se ve afectada. En nuevo principio arancelario
estadounidense es muy simple, si un país impone un 15 por ciento
de aranceles a los productos estadounidenses, recibirá exactamente
el mismo trato; bajo esta regla, Colombia entra en la lista con 10
por ciento de gravamen sobre sus exportaciones a EEUU, afectando
sectores clave como flores, café, bananos, aguacates y confecciones.
Trump sabe que la guerra comercial es una fase temprana de un
conflicto a largo plazo, para lograr objetivos políticos y adoptar
tarifas o barreras al comercio, es solo su estilo de negociación;
decisiones que generan respuestas por parte de los países afectados,
que en corto plazo afectaran el mercado bursátil y el mercado
global, en especial en los países dependientes del capital externo,
como el nuestro.
La posibilidad de una guerra arancelaria global, obliga a países
como Colombia, a hacer modificaciones en su política económica,
de lo contrario las repercusiones del aumento arancelario
generaría grandes incrementos el costo de vida, lo que
depreciaría aún más el déficit de poder adquisitivo existente;
esto desde luego implica paradigmas económicos que rompan
con el Trickle Down Effect (efecto goteo) y adoptar un modelo
que fomente el desarrollo integral de la producción nacional,
y aumente el poder adquisitivo per cápita, ligado a un Sistema
Tributario redistributivo que disminuya el Gasto Corriente
(burocracia, guerra, pago de intereses de la Deuda Externa).