
Damaris Izaguirre
El adagio popular dice que la ‘historia
la escriben los vencedores’, por esto la narrativa histórica
ha sido escrita por los imperios, por esto llaman
“descubrimiento” de América al cruento
genocidio que arrasó etnias enteras, para
engrosar las arcas de la Europa decadente.
La historia imperial, la oficialista, narra que el 12 de
octubre de 1942, Cristóbal Colón en tres carabelas
pretendía llegar a la India, pero desembarcó en una
tierra desconocida, la fértil y rica América; narran
como si fuera un hallazgo, un descubrimiento, cuando
en realidad fue una operación de ocupación y saqueo, de
aniquilamiento de 90 millones de indígenas, que se opusieron
a la operación de tierra arrasada y exterminio de su cultura
ancestral y sus saberes milenarios.
En la perpetración de este Genocidio actuaron los bandidos
que trajo Colón, junto a la Iglesia que tuvo un rol protagónico,
bendiciendo las armas con las que sembraban el terror,
mientras infundían temor a los aborígenes, hablándoles de
un dios “compasivo” si permitían el saqueo, pero fúrico si se
oponían.
Más claro no lo pudo decir Amparo Ochoa: “solo el valor
de unos cuantos les opuso resistencia, y al mirar correr
la sangre se llenaron de vergüenza, porque los dioses ni
comen ni gozan con lo robado y, cuando nos dimos cuenta ya
todo estaba acabado y, en ese error entregamos la grandeza
del pasado y, en ese error nos quedamos trescientos años
esclavos”.
La historia es un acetato que tiene dos lados, pero el imperio
hegemónico siempre oculta el lado B, -la historia escrita con
la sangre de los pueblos en resistencia-. La resistencia de los
pueblos ancestrales no es solo asunto de historia, primero
las etnias indígenas con disimilitud de fuerza y recursos
lucharon a muerte contra el imperio, más adelante lo harían
los 50 millones de africanos que fueron traídos como esclavos
a una tierra extraña.
Dicen que los tiempos han cambiado, que ya no existen
discriminaciones ni esclavitudes, que ya todos somos sujetos
de derechos; tienen razón en que las cosas han cambiado,
los imperios y el régimen ya no oprimen solamente a los
indígenas y a los afro, ahora subyugan a Los Nadie, a los
humildes que son vistos como esclavos modernos, que deben
sostener sus comodidades y privilegios.
Como en 1942, los pueblos excluidos no se rinden y luchan
de diversas formas. para no ser colonizados ni esclavizados,
por eso la élite creó y tecnificó el paramilitarismo, para
en colusión con las Fuerzas Armadas disipar con terror y
violencia, cualquier conato de emancipación o insurrección;
por esta misma razón, durante el mandato de este Gobierno
que se dice progresista, continúan aplicando la doctrina del
Enemigo Interno y engrosando las estadísticas del exterminio
del liderazgo social y popular.
Es más que evidente que nuestro país no es libre y mucho
menos democrático, por lo tanto es inaplazable una potente
movilización popular que logre la negada emancipación;
desde luego esta transformación no puede ser retórica, debe
estar fundada en hechos tangibles.
Es el momento de exigirle al Gobierno del Cambio que se
sincere y diga si está en capacidad de lograr transformaciones
estructurales y no un proceso cosmético, que ejecuta solo
cambios superficiales. Los hechos dejan entrever que los
cambios solo vendrán de mano de la movilización y la lucha
popular, porque ‘solo el pueblo salva el pueblo’ y solo de la
mano de la lucha popular llegará la segunda y definitiva
independencia.