Damaris Izaguirre
El Estallido Social de 2021 no surgió por ‘generación
espontánea’, se originó por el cúmulo de condiciones
adversas que indignifican la vida de Los Nadie y los
excluidos, y sentó las bases de un plan de acción de
transformaciones estructurales que no dan espera.
La pobreza y la desigualdad han campeado en el país durante
décadas, casi desde que existimos como República, sin que
ningún Gobierno sin importar su tinte político o ideológico
haga algo para ponerles fin o por lo menos mitigarlas. Estas
condiciones de miseria en la que viven diariamente millones
de colombianos dieron origen a un conflicto social y armado;
aparentemente este conflicto no ha sido depuesto por la incapacidad
del gobierno de negociar con la insurgencia una solución política,
pero en realidad, obedece a que todos los Gobiernos sin excepción
son serviles al régimen, por lo tanto, no se pueden comprometer a
hacer algún tipo de cambio social o económico, que sea contrario a
los intereses del régimen y que tan siquiera haga tambalear el statu
quo.
El 2024 avizora un contexto más crítico y caldeado que el del
año anterior, la acentuada crisis económica y la decisión política
del Gobierno de continuar desmontando subsidios a productos
esenciales en la cadena productiva del país, como lo son la gasolina
y el diesel, la anunciada nivelación de la tablatura de peajes, entre
otros, son el caldo de cultivo propicio un nuevo Estallido Social,
contexto que desde luego las fuerzas opositoras aprovecharán y
capitalizarán a su favor, tal como lo hicieron Iván Cepeda, Francia
Márquez y Gustavo Petro durante el 2021. Este panorama sórdido
que se vislumbra, desde luego agrietara aún más la ya maltrecha
gobernabilidad del Gobierno del cambio.
El Gobierno del cambio en su cuestionada administración se ha
mostrado más interesado en proteger los intereses de organismos
multilaterales como el FMI y el BM, en hacer alianzas con los
políticos tradicionales y las viejas castas partidistas, que permiten el
reacomodamiento del régimen; en vez de centrarse en las necesidades
socioeconómicas apremiantes de los millones de colombianos a los
que les ‘cambió humo por votos’. Las transformaciones que exigió
el Estallido Social no se pueden dejar a la deriva y ante la manifiesta
involuntad política del Gobierno y del régimen para ejecutarlas,
solo queda un camino posible, la lucha popular constante para
arrebatarle a los poderosos los derechos y transformaciones que
durante décadas nos han sido negados.