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LA REINGENIERÍA DEL COLONIALISMO

Antonio García, Primer Comandante del ELN
En el mes de diciembre, que acaba de pasar, el Congreso de
los Estados Unidos aprobó la Ley de Autorización de Defensa
Nacional para el año 2025 (FY25 NDAA).

N o solo establece un marco para el gasto militar y la
defensa nacional, sino que devela reales intenciones
del país del norte en el mundo y la región, generando
profundas implicaciones directas para Nuestra América.

¿Qué contiene esta Ley?
La Ley FY25 NDAA autoriza el presupuesto más elevado tal
vez de la historia de este país, un total de $ 843 mil millones
de dólares, con un enfoque centrado en la modernización de
las capacidades militares, la investigación y el desarrollo
tecnológico; desde luego, para la guerra y sometimiento de los
pueblos.

De destacar, la creación de una arquitectura híbrida que
vincula estaciones terrestres de satélites con el sector privado
y comercial, es decir empresas privadas de tecnología y
comunicaciones comerciales, con un entramado tecnológico al
servicio del Departamento de Defensa, en esta misma lógica se
proyecta la implementación de una estrategia de control del
espacio.

En la misma dirección marcha una política sobre inteligencia
artificial (IA) y armas nucleares. Vale decir que ya se viene
experimentando el uso de la IA en la planeación y ejecución de
estrategias militares de control poblacional y de destrucción
masiva, como en el caso del Genocidio contra el pueblo palestino
y en Ucrania.

Esta hibridación entre lo público y lo privado en materia de
defensa y seguridad, traerá sin duda dificultades para las
personas, ONGS’s, Organizaciones, gobiernos de corte progresista,
defensa y garantía de derechos, persecución, segregación,
estigmatización, criminalización, etc.

Esta Ley incluye un fuerte componente de defensa de misiles
y la modernización nuclear, lo que supone la intensificación de
la carrera armamentista, con el claro propósito de aumentar las
tensiones en un contexto de por sí, ya frágil.

Se desvanecen poco a poco, los acuerdos internacionales
frente al control del aumento y auge de armas nucleares y
de destrucción masiva, a la par que el orden internacional se
desploma junto con los organismos encargados de sostener
la paz, la justicia y los derechos humanos, de los pueblos y
ambientales.

Se avanza hacia el control a través de un solapado estado
de guerra global, reafirmando la llamada inter-operabilidad,
que no es otra cosa que armar la guerra con recursos públicos,
armas y hombres de los “países aliados”, una re-ingeniería
del colonialismo.

Seguir aportando recursos a la OTAN, países aliados de
Europa y fortalecer la presencia militar en la región Asia-
Pacífico.

Esta lógica generará mayores tensiones regionales, a las que
se suma el recambio de dirección de la “oficina de gestión de
asuntos norteamericanos en la región”: la OEA.

La Ley refleja un enfoque en la competencia geopolítica
centrada en “detener” el avance de China, Rusia, sumando
a Irán, Corea del Norte, la mejor excusa para avanzar en
la tendencia militarista que, en el fondo, resulta ser una
desesperada fórmula para no perder su hegemonía ante el
avance de un nuevo orden global.

Un aspecto que parece pasar desapercibido, es su componente
ambiental, en tanto incluye disposiciones para promover
prácticas que dicen disminuir el impacto ambiental de las
operaciones militares; sin embargo, es esta militarización
la que conlleva el control de zonas estratégicas, para la
extracción de recursos naturales generando enorme impacto
ambiental y desplazamiento de comunidades originarias,
aumentando el riesgo y amenaza ambiental y de los derechos
de los pueblos.

Esta contante y aguda militarización proyectada ya para el
2025, presentes en esta Ley, se traducen en la intervención
en asuntos internos de los países latinoamericanos “aliados
y no aliados”, lo que sin duda impactará aún más a las
comunidades, que ya enfrentan desafíos significativos como
la pobreza, la violencia, la exclusión social

Ni que decir de la construcción de una paz territorial con
transformaciones reales.

Esta Ley deja claro el objetivo, socavar la soberanía bajo
la lógica colonial, en un contexto caracterizado por la
emergencia de un nuevo orden multipolar y el debilitamiento
de la hegemonía global norteamericana.
Así deja Biden y así retoma Trump.