Comando Central (ELN)

En 1948, cuando la oligarquía asesinó a Gaitán, en
Colombia el 75 por ciento de la gente vivía en las zonas
rurales, hoy el 75 por ciento vive en las ciudades y se
refugia en ellas, por el desplazamiento forzado del que
son víctimas.

Por este crimen de lesa humanidad, Colombia es campeona
mundial de desplazamiento forzado, logrando topes anuales
superiores al medio millón de desplazados internos entre 1997
y 2013, cifras que han vuelto a crecer últimamente. El móvil
criminal ha ido variando, porque hace 70 años era el despojo de
tierras para aumentar la siembra de café, ahora ese mismo despojo
está dirigido a proveer tierras para macroproyectos mineros, de
infraestructura y agronegocios como la palma aceitera. Antes la
excusa política era la lucha entre liberales y conservadores, hoy la
justifican con la persecución y exterminio a la oposición de izquierda.
Ayer y hoy, actúa el mismo capitalismo parasitario que monopoliza
tierras, acudiendo invariablemente a su brazo paraestatal, antes
bajo la denominación de ‘Pájaros’ y ahora con el ropaje de bandas
narcoparamilitares.

Cuando perpetraron la Operación Génesis en Cacarica, norte de
Chocó, en febrero de 1997: 1) se juntaron la Brigada 17 del ejército
estatal y los narcoparamilitares, 2) desplazaron a comunidades
negras, 3) les despojaron sus tierras, 4) las que Notarios Públicos
de Montería y Medellín, 5) titularon a grandes capitalistas, 6) para
desarrollar macrocultivos de palma aceitera. Otro caso ampliamente
documentado en que se conjugan estos 6 factores de desplazamiento
forzado, ocurrió en los Montes de María. Esta reconfiguración
del territorio por medio de la violencia salvaje sigue imparable y
hoy se ensaña en la zona pacífica, que sufre los más altos índices
de desplazamiento forzado; mientras el país sigue ganando el
campeonato mundial con más de 9 millones de desplazados internos.

En el corazón del conflicto colombiano sigue estando el desplazamiento
forzado y el despojo de tierras; resisten a estas prácticas genocidas
las comunidades campesinas, negras e indígenas, que luchan por
la vida y el territorio, para ser tenidas en cuenta y no exterminadas
por los planes de desarrollo, para que cese su expulsión hacia la
mendicidad en las grandes ciudades y para que dejen de sumergirlas
en el inframundo de la inhumanidad de dignidad precaria, con que
los castiga el sistema capitalista; lograr estas metas de humanidad
las dará la lucha organizada del pueblo, porque no provendrán de
un regalo de la élite dominante.