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VENEZUELA DESPUÉS DEL 10 DE ENERO
Anaís Serrano

El viernes 10 de enero, Nicolás Maduro recibió la investidura de
presidente de la hermana República Bolivariana de Venezuela
para el periodo 2025-2031. Todas las amenazas y pronósticos
de la derecha venezolana y mundial no se cumplieron.

Las posiciones de los gobiernos de los países vecinos,
fueron una mezcla de apoyo y rechazo, pero países
como Cuba, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas,
estuvieron representados en la investidura por sus
presidentes y primeros ministros, y tanto China como Rusia
enviaron representantes de alto nivel. También llegaron
representantes de Irán, países de la Confederación del Sahel,
Congo, entre otros de Asia y África, quienes asistieron a
la ceremonia junto a representantes diplomáticos de otros
muchos países, incluyendo al embajador colombiano. Lo más
importante de todo fue la inmensa presencia del pueblo
venezolano, que ocupó las principales avenidas de Caracas
para juramentarse junto al presidente.

Los días previos, las operaciones psicológicas y las campañas
comunicacionales amenazaban con conflictos violentos en
las calles, la juramentación del ex candidato de la derecha
Edmundo González, alzamientos militares y un sin fin de
escenarios violentos, pero la realidad difícil de ocultar es
que Venezuela llegó al 10 de enero en paz.

Venezuela es hoy el principal objetivo político-militar
imperialista en la región y eso lo demuestran la diversidad de
operaciones de guerra desatadas contra ella y el absurdo de
que el propio Departamento del Tesoro de los Estados Unidos,
emitió hace unos años una recompensa por la captura de su
presidente y algunos de sus ministros y aumentó su valor
el mismo día de la juramentación del presidente venezolano.

Pero el gobierno bolivariano demostró que con una fuerte
cohesión interna, es posible superar la crisis económica,
producto de años de fuertes medidas económicas
unilaterales por parte de Estados Unidos y Europa, bloqueos
y robo de sus activos internacionales y el temor impuesto a
inversionistas internacionales para que no hagan negocios
con el país. Esta superación de la crisis, va acompañada de

nuevos impulsos al poder popular y de nuevas propuestas
para la profundización del proceso revolucionario, nuevos
desarrollos organizativos y nuevas inversiones territoriales
que generan mayor tejido social.

Esas formas organizativas que se van fortaleciendo de nuevo
en Venezuela, son lo que ha logrado impedir que logren echar
raíces las apuestas contrarrevolucionarias, los intentos de
desestabilización, de ataques mercenarios, sabotajes y de
implantar comandos paramilitares en el territorio; es lo que
han llamado la unidad Popular-Militar-Policial, y que en
términos de estrategia militar se denomina Pueblo en Armas;
base de la Doctrina Militar Bolivariana creada en el siglo
XXI, que se contrapone a la impuesta por el imperialismo en
el continente durante décadas de lucha contrainsurgente.

El triunfo de Nicolás Maduro el pasado 28 de Julio y la
investidura en este 10 de enero, no es simplemente un
triunfo de la Revolución Bolivariana, significa un triunfo
para la región, para el Sur Global y sobre todo, es una derrota
estratégica para el imperialismo que sigue invirtiendo
millones de dólares en destruir cualquier asomo de ejemplo
de sociedad, diferente al mal llamado Sueño Americano y la
supuesta democracia occidental.

De lo anterior tiene claridad la derecha colombiana; una
muestra de ello fue la acción desesperada de Álvaro Uribe
Vélez, quien se trasladó el 11 de enero hasta Cúcuta, para
“pedir una invasión militar a Venezuela”, acto que sólo
consiguió la compañía de alrededor de un centenar de
personas.

Mientras Venezuela festeja esta victoria en conjunto con
quienes realmente le apuestan a un mundo pluricéntrico y
multipolar, la amenaza continúa. La solidaridad efectiva y
eficaz con el pueblo bolivariano no se suscribe a manifiestos y
comunicados o simples posteos en RRSS; el acompañamiento
al proceso revolucionario debe ser activo en todo momento
y en todo lugar.

La disputa por Nuestra América ha entrado en una fase más
violenta porque el imperio confronta un quiebre histórico
y Venezuela es hoy el epicentro de esa disputa en la región.
Una agresión militar contra la cuna de Chávez tendría
innumerables consecuencias para el continente entero y
sumergiría al país en una guerra popular prolongada, para
la que se han preparado durante las últimas décadas.

A pocos días de la salida del Gobierno de Biden muchas
cosas pueden pasar para tratar de condicionar el segundo
periodo de Donald Trump. Una aventura militar del calibre
que aspira Uribe Vélez, convocaría nuevamente la espada
de Bolívar a la que aún temen porque saben que, dos siglos
después, continúa recorriendo Nuestra América.