
Amalia Santana
El gobierno de Biden, la Unión Europea (UE) y el Reino Unido,
envalentonaron y financiaron al comediante devenido en
dictadorzuelo de Ucrania, Volodimir Zelenski, para romper
acuerdos, violentar a la población rusoparlante en territorios
declarados independientes, y amenazar con la adhesión de
Ucrania a la OTAN.
Rusia decidió adelantar una Operación Militar Especial
con el fin de darle término a las agresiones, que habían
comenzado en el 2014 y detener el riesgo de seguridad
que se vislumbraba sobre su frontera occidental.
Ahora, Donald Trump llega a la Casa Blanca prometiendo poner
fin a esa guerra, sin importarle la opinión de los gobiernos de
Europa y mucho menos la del propio Zelenski.
Quieren quedarse con la casa y la trastienda
Trump no solamente prometió acabar con esa conflagración en
territorio ucraniano, también, con su carácter de emperador, ha
manifestado la disposición de apropiarse de otros territorios, Canadá
anexarla como Estado 51 de la Unión, el canal de Panamá y hasta
propuso un negocio inmobiliario en la Franja de Gaza. Pero lo que
causó revuelo entre los grandes aliados europeos, es la propuesta de
apropiarse, ya sea por compra o por otros medios, de Groenlandia,
territorio del Reino de Dinamarca. Esta fue una de las primeras
señales de alerta para la ya desvencijada clase dirigente de la Unión
Europea.
Las negociaciones para dar fin al conflicto bélico entre la OTAN y
Rusia, ya victoriosa en el terreno, que se desarrolla en territorio
ucraniano, solo tiene dos interlocutores, Vladimir Putin, como
el líder indiscutible de la Federación Rusa y el recién ascendido
presidente de Estados Unidos.
La vieja élite europea ahora siente que su antiguo aliado, aquel
que al finalizar la guerra contra el nazismo la endeudó con el plan
Marshall y la comprometió con el dólar, y que en estos 3 años de
guerra le hizo despreciar la energía barata de Moscú, con la que
sostenía su industria para volver a endeudarla, ahora le da la
espalda y construye una nueva arquitectura, en la que ni siguiera
el Reino Unido es tomado en cuenta. Ahora acusan a Trump de
repetir la retórica del Kremlin al culpar a Zelenski, a la anterior
administración de Washington y a la propia Europa del desastre
económico y político que ha causado esta guerra.
El viejo continente, ve con preocupación lo que para muchos ya es
obvio: Rusia no va a devolver el terreno ganado y la recuperación
de Ucrania será a costa de las riquezas de su suelo a manos de las
grandes corporaciones norteamericanas, en particular de Elon
Musk.
Según el diario The Telegraph, que asegura haber obtenido una copia
del acuerdo, Estados Unidos propuso una participación del 50 por
ciento en los ingresos procedentes de la extracción de minerales,
un valor compartido del 50 por ciento de «todas las nuevas licencias
emitidas a terceros» y un «derecho de tanteo» sobre las exportaciones
a otros países. El acuerdo se regiría por la legislación de Nueva York
y abarcaría el acceso a los minerales, el petróleo, el gas, los puertos
y «otras infraestructuras (según lo acordado)». De ser así, Europa
no lograría nada de esta guerra, después de gastar sus arsenales
militares y quebrar sus economías por la dependencia del gas
licuado, que le vendió la familia Biden a altos costos.
Aunque Kiev dijo no estar de acuerdo y arremetió contra Trump
por esa propuesta, lo cierto es que le va a quedar muy difícil no
aceptar este Acuerdo. Europa por su parte, tendrá que asumir los
resultados de la negociación entre la Casa Blanca y el Kremlin, o
continuar sosteniendo la guerra.
Quedarse fuera de la mesa de negociaciones ya es de por sí
denigrante para la decadente clase dirigente europea, pero ahí
no termina la humillación. Trump, ha enviado un cuestionario
preguntando a los gobiernos de la Unión Europea y Reino
Unido, por su disposición a desplegar una misión militar, para
salvaguardar un eventual acuerdo de paz, pero dejando claro que
su país no pondría sus tropas sobre el terreno, dando por sentado
que Europa cargará con esa tarea, lo que implicará gastos extras
para sus quebrados erarios.
Mas allá de Ucrania
Como parte de sus primeras acciones de gobierno, Trump inició una
guerra arancelaria en el mundo para imponer nuevas relaciones
comerciales favorables a Estados Unidos. Los aranceles comenzaron
sobre Nuestra América, África y Asia, incluyendo la gigante China.
El viejo continente vio con asombro que esa política ‘tocaba a su
puerta’.
Trump amenazó con la imposición de aranceles al 25 por ciento
sobre las importaciones de aluminio, acero y otros productos desde
Europa, lo que afectaría a la ya crítica industria de esa región. El
presidente norteamericano argumenta que hay “desequilibrios
comerciales entre la UE y EEUU”, debido a que las exportaciones
estadounidenses hacia ese continente son mucho menores que las
importaciones. Esto aumentaría los precios de los productos europeos
y obviamente, disminuiría su demanda. Esa guerra comercial que
está cerrando las puertas del mercado norteamericano, podría
incitar a países de otros continentes a saturar el mercado europeo
aumentando la competencia a su ya devastada economía. La élite
europea tendrá que tomar decisiones.
La tragedia de Europa esta plasmada en una frase de Toni Bolaño,
un periodista español indignado por las declaraciones de Trump:
“Donald Trump ha recuperado el imperio y el imperio no tiene
aliados, no tiene amigos, tiene súbditos»
Quien más pierde en esta disputa son los pueblos europeos, que
ven cómo su antiguo Estado de bienestar va quedando en el
olvido. Las condiciones de vida se vuelven cada vez más difíciles,
y en la salida de la crisis va surgiendo de una clase dirigente
cada vez más dispuesta a retomar el camino del fascismo. El viejo
continente parece destinado a repetir una historia que se creía
destruida, con la entrada del Ejército Rojo en Berlín el 9 de mayo
de 1945.