Chavela Villamil

El déficit de poder adquisitivo per cápita ha generado
una disminución considerable de la demanda, lo que ha
venido desencadenando una pérdida de plazas laborales,
que no se refleja en el índice de desempleo, porque los
nuevos desempleados en su mayoría ingresan al trabajo
informal.

En los últimos meses se ha venido presentando una disminución
leve y paulatina del desempleo, que resulta relativa si se tiene
en cuenta que el Producto Interno Bruto (PIB) continua en una
abierta desaceleración, que hizo que la producción del año
anterior fuera una de las más bajas de las últimas décadas (0,6 por
ciento).

Recientemente la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), actualizó sus proyecciones económicas y estima que
durante el 2024 el PIB global continuará desacelerándose, decreciendo
de 3,3 por ciento a 2,9 por ciento, mientras en América Latina y el Caribe
decaerá a 2,2 por ciento, y para la economía colombiana el PIB de este
año no superará el 1,2 por ciento [1]; lo que ratifica la desaceleración
económica existente y de continuar la pérdida de poder adquisitivo
per cápita y un eventual repunte del desempleo y la inflación, nos
acercaríamos peligrosamente a un periodo de estanflación.

La aceleración y dinamización del mercado están determinadas por la
demanda, ya que sin esta, decrece la generación de masa monetaria
e impacta directamente los costos de producción, ocasionando que la
operación de manufactura se vea obligada a ser amortiguada por el
capital de insolvencia, rubro que es nulo o de baja cuantía en la gran
mayoría de las Pymes, muchas de estas no cuentan con liquidez para
solventar los gastos operacionales en momentos en que las ventas
decrecen, lo que los obliga a disminuir costos de producción, que en la
mayoría de las veces se convierten en reducción de la nómina ocasional,
en la nómina de planta o ambas nóminas.

Una disminución efímera y falaz del desempleo

El más reciente Informe de ProBogotá muestra una afectación
considerable en el tejido empresarial, dicho Informe plantea que en lo
corrido de este año, en Bogotá 7 de cada 10 empresas disminuyeron
su nómina, en términos concretos la pérdida de empleo creció 26 por
ciento, de los cuales el 75 por ciento obedece al rango etario de 18 a 26
años; mientras la cifra de pérdida de empleo a nacional oscila en 22,4 por
ciento y 6 de cada 10 empresas han disminuido sus nóminas [2].

De acuerdo a los informes del Departamento Administrativo Nacional de
Estadística (DANE) durante el mes de enero la tasa nacional de desempleo
decreció y llegó a 9,3 por ciento, cifra que contrasta con el incremento
del trabajo informal que durante el mismo periodo aumentó de 58,9
por ciento a 68,9 por ciento, –7 de cada 10 trabajadores se solventan
del rebusque–; esto infiere que como tal, no hay una disminución del
desempleo, sino una migración de población desempleada al trabajo
informal, lo que no representa una reactivación del mercado o un
incremento del poder adquisitivo per cápita, ya que si bien el rebusque
genera fluctuación de masa monetaria, esta no alcanza a sufragar los
gastos básicos y mucho menos incrementa la capacidad de compra.

La estabilidad y dinamización de una economía no está inferida
únicamente por la ocupación laboral, sino que en sí misma está
determinada por la capacidad de poder adquisitivo per cápita, toda
vez que el mercado interno cae en una precipitación de la demanda
que desacelera la misma; por ende, es un riesgo financiero sostener
la productividad con base en una economía informal, aunque esta
garantiza fluctuación de masa monetaria, no permite generación
sostenida y progresiva de poder adquisitivo per cápita, además de
pauperizar las condiciones laborales.

En la mayoría de las economías el empleo bien remunerado es el motor
de los mercados, toda vez que el empleo da solidez a las economías
familiares y otorga poder adquisitivo per cápita, que inyecta masa
monetaria y dinamiza las economías, en otras palabras, los salarios
permiten adquirir productos y esto hace que las empresas produzcan
más y por ende requieran más empleados, generando la dinamización
de la economía.

Transformar los paradigmas de producción y empleo

La reactivación y la solidez de la economía se consigue aumentando
el flujo de capital circulante y la creación de nuevas plazas laborales,
además es necesaria una tributación redistributiva y diferencial acorde al
capital neto, esto dinamiza el poder adquisitivo per cápita aumentando
la demanda, lo cual se traduce en reducción del desempleo y aumento
de la capacidad de producción de las empresas. La desaceleración
económica, la Recesión Técnica declarada por el Banco de la República,
la inflación, el incremento constante de la Deuda Externa, entre otros,
exigen al gobierno la instauración de una política de austeridad que
permita mitigar estos fenómenos, que se debe centrar en la mitigación
de gastos onerosos y la disminución del Gasto Corriente (burocracia,
guerra, pago de intereses de Deuda Externa).

Superar la actual crisis económica y el déficit de poder adquisitivo,
implica instaurar una política económica fundada en la formalización
del empleo y la mejoría de las condiciones salariales, además debe
generar una tributación redistributiva que permita subsidiar capas
bajas de la sociedad, el sistema actual no genera ni inclusión social
ni sostenibilidad ni mucho menos crecimiento y productividad, por
tanto, se requiere un modelo que fomente el desarrollo integral de la
producción nacional, y que a su vez migren fondos destinados al Gasto
Corriente al fondo de gasto social.