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Alexandra

Nací en la ciudad de Bucaramanga. Hija de padres guerrilleros
que entregaron su vida cumpliendo a la consigna de Ni Un
Paso Atrás Liberación o Muerte (Nupalom).

Recuerdo que aún era muy niña cuando escuche por
primera vez hablar a papá de la lucha de resistencia
armada, cuando me regaló mi primer librito, con
el que conocí las luchas de los pueblos originarios
contra el imperio, de ahí en adelante, vive mi espíritu
fuerte por defender la historia que otros han tratado que
desaparezca.

Asumí integrarme al ELN desde un compromiso consciente,
con un grado de pensamiento crítico y siendo ya mayor
de edad. Motivada por la valentía y carácter de mi madre,
la sensibilidad y el sufrimiento que en su época vivió mi
abuela paterna, y lo consecuente que ha sido con la causa
revolucionaria, la capacidad y fortaleza que tuvo ante
las dificultades la Comandante Paula, por ellas y otras
compañeras que ya no están físicamente y las que aún
siguen transformando nuestra historia con amor y valentía;
pero, en especial por aquellas que han sido víctimas de
feminicidio de este sistema patriarcal y capitalista y por
las que el miedo no les ha permitido hablar.

Mi experiencia al lado de las comunidades empieza, cuando
me trasladan a los Frentes guerrilleros e inicio el contacto con
la población, la mayor parte de mi vida guerrillera siempre
ha estado al lado de comunidades campesinas y comunidades
étnicas, donde hemos tenido relaciones de respeto mutuo
sobre todo a su autonomía, liderazgo y cultura.

Para mí la mejor parte de convivir con las comunidades es
poder ver como ellas se organizan, conviven y trabajan en
equipo, aún en medio del abandono del Estado; y esa sinergia
la compone el amor a la tierra, a sus creencias y la voluntad
de en medio de las circunstancias en las que vive nuestro
pueblo, no renuncian a seguir luchando contra el sistema
por hacer de sus comunidades un espacio de vida mucho
mejor.

Es de admirar la cantidad de mujeres líderes que llevan
sobre sus hombros la responsabilidad de sus comunidades y
son ellas las primeras cuando se trata de defender lo que se
les ha robado; convivir con las comunidades es un camino
de aprendizaje, donde ellos aprenden de nosotros y nosotros
de ellos. Esas experiencias que algunas recuerdo con mucha
tristeza, son las que me motivan y reafirman mi compromiso
con la lucha armada y el pueblo.

Ingresar al ELN como un sujeto político y militar marcó un
antes y un después en mi vida, como madre y como mujer.
Mirarme hoy es abrazarme con mi niña de la infancia y
reconocer que he cambiado y que hay que seguir mejorando
como ser humano. Que soy mía y que estoy donde quiero
estar. Pero la enseñanza que más valoro es que el ELN me
enseñó que somos pero con otros y que ese conjunto de cosas
que hace que nos sintamos vivos, se experimenta cuando se
vive con los demás.