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Amalia Santana

Es fácil caer en la desesperanza. La crisis climática que
amenaza a las futuras generaciones, el fortalecimiento de la
extrema derecha que hace retroceder a la humanidad siglos
en sus derechos y libertades, la pobreza extendida por todo
el planeta, más la proliferación de guerras en todo el mundo.

No es difícil reconocer que proyectos de gobiernos
de izquierda han sucumbido ante la corrupción,
el clientelismo y la politiquería. Alternativas
construidas desde los movimientos sociales y
populares son arrinconadas y perseguidas. Las alternativas
para la transformación y superación del capitalismo no
logran el consenso de las mayorías empobrecidas.

Nos dicen que la superación del capitalismo y la construcción
de una sociedad sin clases es una quimera. Que no hay
alternativa. Que no hay otros nuevos mundos posibles. Que
la izquierda revolucionaria debe renunciar a su horizonte
de construcción de una sociedad, en la que las relaciones
sociales no estén reguladas y determinadas por el poder de
los estados neoliberales y las corporaciones transnacionales.
Que lo máximo a lo que podemos aspirar es a reformar el
capitalismo, para hacerlo sostenible, verde, humano. Que
fuimos derrotadas, que renunciemos.

Esta desesperanza es la crisis ideológica de nuestro tiempo.
De ella se valen no solo la extrema derecha, sino también
los proyectos políticos oportunistas, que ofrecen como
única alternativa el consenso entre las clases sociales y el
fortalecimiento del poder del Estado, como único regulador
posible de la vida en sociedad. Hace un siglo nos lo advertía
Gramsci: “la crisis consiste precisamente en el hecho de que
lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en ese interregno
se verifican los fenómenos morbosos más variados”. Otras
traducciones de la misma cita dicen: “en el claroscuro surgen
los monstruos”

Asistimos a este momento de la crisis de civilización, en la
que estos monstruos y fenómenos morbosos nos conminan
a renunciar a la lucha revolucionaria, a la desmovilización,
al conformismo, a la adaptación y subordinación ante el
gran capital. Nos aseguran que hemos sido derrotadas. En
Colombia el presidente progresista nos dice que la izquierda
ni ha ganado ni ganará unas elecciones.

Ante esta realidad las revolucionarias y revolucionarios
insistimos en la esperanza. En medio de una revisión
profunda de nuestras fallas, de la autocrítica descarnada
que nos debe llevar a cambiar a todos y todas para que
Colombia cambie. Desde el ELN le proponemos a la izquierda
revolucionaria, insistir en la construcción de una sociedad
post capitalista, en la construcción del poder popular que
será capaz de remover las bases erosionadas del Estado
burgués y en la construcción de nuevos valores y formas de
relacionarnos que no estén determinadas por el mercado, la
competencia, el machismo y el patriarcado.

Somos conscientes de que todos y todas debemos cambiar
para lograr este propósito; no es solo el ELN quien debe
cambiar, pues estamos seguras que no es desmovilizando a la
insurgencia como avanzarán los cambios y transformaciones
que necesita Colombia. Todas y todos debemos revisar
nuestras fallas y aciertos, transformar nuestros programas
y métodos para que Colombia cambie.

A esta apuesta queremos invitar a todos las fuerzas sociales
y políticas que continuamos reconociéndonos como parte de
la izquierda en Colombia. A todas y todos quienes nos señalan
hoy de sectarios y violentos. El presidente Gustavo Petro no
solo ha declarado la guerra total contra la insurgencia del
ELN, acusándonos de mafiosos; sino que también ha declarado
una ofensiva política e ideológica contra la izquierda legal y
partidaria, acusándola de sectaria y dogmática. El proyecto
progresista ha decidido desconocer abiertamente el aporte
de años de luchas de la izquierda revolucionaria ha, hecho
para que haya podido llegar el momento de elegir el primer
gobierno progresista.

Este es uno de los monstruos que surgen en el interregno de
la crisis ideológica. El de culpar a la izquierda revolucionaria
de todos los problemas de la sociedad, para asfixiarla y
destruirla. No nos vamos a prestar para ello.

Creemos que este momento, a pesar de todas sus dificultades,
es una oportunidad histórica para un proyecto de izquierda
unitario por los cambios y transformaciones. Una oportunidad
para quienes no tenemos miedo ni vergüenza de insistir
en una alternativa revolucionaria, desde la izquierda para
Colombia. Es el momento de un nuevo Frente Amplio como
lo propuso Camilo Torres, sin sectarismos, por supuesto,
pero sin tibiezas y sin ambigüedades. Las organizaciones
de izquierda y los movimientos sociales y populares deben
saber que cuentan con el ELN para este propósito.