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Claudia Julieta Parra

El déficit de nuestra balanza comercial viene acrecentándose
desde hace más de una década, mucho antes que la guerra
arancelaria de Trump que grabó nuestras exportaciones con
un 10 por ciento adicional. Este déficit propio del modelo
genera decrecimiento.

La Apertura Económica de la década del noventa del
siglo anterior, nos arrojó a un modelo globalizado de
economía abierta, centrado en la reducción de los
aranceles; esto permitió que los mercados externos
inundaran nuestro mercado con productos de menor valor, y
calidad igual o superior a los producidos en el país, haciendo
que la industria local fuera incompetitiva; lo que fue gestando
un déficit en la balanza comercial que poco a poco nos volvió
dependientes de las importaciones, tanto para abastecer
el mercado interno, como para proporcionar gran parte de
las materias primas utilizadas en la producción interna,
convirtiéndonos en dependientes del capital extranjero, y
en un país volátil y subordinado a mercado global.

Este déficit de balanza comercial afecta el costo de la materia
prima y el de los productos terminados; esto incrementa el
Costo de Vida y aminora el poder adquisitivo per cápita.
Durante las últimas décadas el país ha incrementado
la política económica neoliberal, bajo el sofisma de la
internacionalización de la economía y la diversificación de
las exportaciones, dando apertura a diferentes Tratados de
Libre Comercio (TLC), que nos puso a competir en igualdad
de condiciones arancelarias, pero en gran desigualdad
en materia de producción, toda vez que en los países
competidores, los productores reciben subsidios económicos
y apoyo técnico y científico; política desastrosa que generó
un colapso de la producción nacional del cual aún no se
recupera.

El Departamento Administrativo Nacional de Estadística
(DANE), reporta que entre enero y febrero de este año, el
déficit de la balanza comercial asciende a 2.520 millones
de dólares, mientras que en el mismo periodo de 2024 el
déficit fue de 1.846,2 millones de dólares, lo que equivale
a un incremento de 36,48 por ciento, aumento que puede
subir un 30 por ciento más debido al nuevo gravamen de 10
por ciento, que nos impuso Trump.

Colombia es un país con potencial, sostenible y sustentable;
sin embargo, las políticas económicas implantadas durante
varias décadas han generado un sistema que no busca el
incremento del poder adquisitivo per cápita, sino que enfatiza
en la disminución tributaria de las grandes empresas, bajo
el sofisma de que esto genera nuevas plazas laborales, lo que
en la práctica se contradice, ya que el empleo formal cada
vez se reduce más y el bajo aumento del empleo obedece al
incremento del empleo informal, que aunque produce masa
monetaria, genera una economía volátil susceptible a la
inflación y a la recesión económica por caída brutal de la
demanda.

Las políticas económicas implantadas durante varias décadas
han generado un sistema que no busca el incremento
del poder adquisitivo per cápita, sino que enfatiza en la
disminución tributaria de las grandes empresas y prioriza
la obtención de utilidades del sector privado, bajo el sofisma
errado de que esto mejorara la economía e implementaría
las plazas laborales; sin embargo, esto no ha ocurrido, por
el contrario la economía se desacelera con fuerza, crece el
desempleo y se incrementa el trabajo informal, que termina
en un crecimiento desmesurado de la desigualdad social.

Subsanar la crisis socioeconómica actual, dinamizar los
mercados y enfrentar el colapso de la economía, requiere
medidas como realizar cambios estructurales del modelo
económico, lo que implica disminuir el Gasto Corriente
(burocracia, guerra, pago de intereses de la Deuda Externa
-DE-), nivelar el déficit de la balanza comercial a través del
fortalecimiento integral de la producción interna; además, se
requiere reformar el fisco, el sistema productivo y económico;
en otras palabras, necesitamos un modelo económico que se
centre en el incremento del poder adquisitivo per cápita,
la formalización del empleo y fortalecer la producción
nacional.