
Claudia Julieta Parra
La guerra arancelaria que impone Trump al mercado global
afecta los mercados, pero en nuestro caso afecta con mayor
fuerza el déficit de nuestra balanza comercial, que se ha
venido acrecentando en la última década, por la debilidad de
nuestro mercado interno.
El déficit de nuestra balanza comercial viene acrecentándose
desde hace más de una década, es decir es anterior a la
nueva política arancelaria de Trump, que gravó nuestras
exportaciones con un 10 por ciento adicional. Nuestro
déficit de balanza comercial se debe principalmente a la baja
producción interna, ya que gran parte de lo que producimos
requiere la importación de materia prima, además, dados los
costos de producción interna, es más rentable la importación
de productos terminados para su comercialización en nuestro
mercado. Según el Departamento Administrativo Nacional de
Estadística (DANE) el año anterior nuestra balanza comercial
registró un déficit de 10.811 millones de dólares, que equivale a
un aumento de 11,7 por ciento, comparado con el año 2023.
Las políticas económicas implantadas durante varias décadas y
sostenidas por este Gobierno, han generado un sistema que no
busca el incremento del poder adquisitivo per cápita, sino que
enfatiza en la disminución tributaria de las grandes empresas, bajo
el sofisma de que esto generaría nuevas plazas laborales, creencia
que la práctica contradice, ya que el empleo formal cada vez se
reduce más y el bajo aumento del empleo obedece al incremento del
empleo informal, que aunque produce masa monetaria, genera una
economía volátil susceptible a la inflación y a la recesión económica,
por caída brutal de la demanda.
Las políticas económicas implantadas durante varias décadas
han generado un sistema que no busca el incremento del poder
adquisitivo per cápita y, desde luego no fomenta la producción
nacional, con materias locales que incentiven el abastecimiento
del mercado interno y que sopesen el desbalance entre
importaciones y exportaciones. Esto en gran parte obedece, a que
el Gobierno prefiere la incentivación a la empresa privada y su
favorecimiento a través de una política tributaria, que castiga a
la masa aglomerada y beneficia al oligopolio. Subsanar la crisis
socioeconómica actual tiene implícito un cambio de paradigma
económico, pero esto no es posible mientras el Gobierno no
modifique el patrón del gasto y el sobre costo del Gasto Corriente,
a la par que invierta de manera integral en la tecnificación y e
industrialización de los procesos productivos.