
Chavela Villami
El Presupuesto General de la Nación (PGN) debe solventar los
ingresos y egresos para un año, sin embargo, en las últimas
décadas este ha sido deficitario, incrementando el déficit
fiscal año tras año, empujando el erario hacia la insolvencia.
En la última década se ha venido sintiendo con fuerza
la deceleración económica global, que se ha venido
incrementando producto del modelo económico;
esto ha llevado a que el déficit global de Deuda
se incremente y se acentué con más fuerza en los países
dependientes del capital extranjero. Por esto, en Colombia
en los últimos años su Producto Interno Bruto (PIB) ha
decrecido en comparación a la era prepandémica, lo que ha
acrecentado la crisis económica y el déficit fiscal.
El presupuesto general suele ser insuficiente
En las últimas tres décadas el PGN ha venido creciendo de
manera exorbitante, desde la década de los 90 hasta la fecha
dicho monto ha aumentado en 509,06 billones de pesos, en
1990 el presupuesto asignado era de tan solo 2,24 billones
de pesos con un PIB aproximado de 4,4 por ciento y, para año
2026 el presupuesto es de 511,3 billones de pesos con un PIB
proyectado de 2,5 por ciento.
benéfico para implementar políticas de desarrollo social que
disminuyan la pobreza (monetaria y multidimensional) y
mitiguen la brecha de desigualdad; sin embargo, en nuestro
caso los incrementos presupuestales se han destinado a
reforzar el Gasto Corriente (burocracia, guerra, pago de
Deuda Externa -DE-), que sostiene una política de gasto
oneroso, a la vez que se glosan [*] pasivos suntuarios, como
es el caso del sostenimiento incremental de los intereses de
la DE EVOLUCIÓN DEL PGN 1990-2025
Año Monto [*] Año Monto [*]
1990 2,24 2008 125,2
1991 2,75 – 2009 – 142,0
1992 6,90 2010 151,3
1993 11,8 2011 149,7
1994 14,3 2012 165,6
1995 17,5 2013 188,9
1996 22,0 2014 196,9
1997 33,3 2015 207,5
1998 38,7 2016 210,4
1999 45,3 2017 229,3
2000 50,5 2018 233,2
2001 62,7 2019 250,4
2002 66,7 2020 309,2
2003 71,7 2021 343,9
2004 81,7 2022 352,6
2005 93,4 2023 423,1
2006 105,9 2024 475,1
2007 117,1 2025 511,3
Recientemente el Ministerio de Hacienda dio radicó ante el
Congreso el proyecto de decreto del PGN, con un costo de
556,9 billones, que equivale al 28,9 por ciento del PIB; de los
cuales 501 billones se financiarán con recursos de la Nación,
29,6 billones con ingresos propios de los establecimientos
públicos nacionales y, 26,3 billones con una reforma
tributaria. Este presupuesto tiene un incremento de 45,6
billones de pesos (8,91 por ciento)
Se podría intuir que todo aumento del PGN es positivo por
disponer de mayor flujo de capital, pero si esta ampliación
se destina al Gasto Corriente el aumento se considera
negativo, ya que no produce capitalización y solo amplifica
el déficit fiscal existente; este es el caso de este proyecto
presupuestal para 2026, que como sus antecesores dedica
el 84,95 por ciento al gasto corriente, además muestra una
extravagancia, que mientras el pago a capital de la Deuda
decrece en 9 por ciento, la amortización de interés crece
19,1 por ciento.
Necesitamos nuevos paradigmas económicos
época pospandémica, aunado a una política de gasto suntuosa
que prepondera el Gasto Corriente y diluye la inversión
integral, han acrecentado la actual crisis económica; por
lo tanto, redimir la desaceleración y reactivar lo mercados
tiene implícito un cambio en los patrones de consumo y las
políticas de gasto y, desde luego es inaplazable decrecer el
Gasto Corriente, incluyendo los pagos a la Deuda Externa
que devora casi el 50 por ciento del PIB.
Es imperativo una política de austeridad, que se centre
en la disminución de la burocracia estatal -lo que implica
agremiación de funciones y redistribución de obligaciones-,
lo que desde luego va en contra de la política del Ministerio
de Hacienda de flexibilizar el marco de regla fiscal, para
incrementar la deuda, lo que desde luego es nefasto ya que
incrementa el déficit fiscal y pone en riesgo las vigencias
futuras.
Durante décadas nuestra política económica ha basado en el
fracasado dogma neoliberal del Goteo o Trickle Down Effect
(TDE, por sus siglas en inglés), -aduciendo que si los grandes
capitales incrementan sus dividendos, gotearían convertidos
en más empleo que dinamizarían la economía-, teoría que ha
sido ampliamente refutada y que se convirtió en un lastre
de las economías que la implementan. El eje central de la
debacle de nuestra economía no es solo la baja productividad,
sino la implementación de políticas neoliberales emanadas
de un modelo que concentra el capital en un reducido
grupo plutocrático, desarrolla la enajenación de activos y la
disminución de obligaciones estatales, a la vez que agranda
la desigualdad social y la pobreza.
Cualquier política económica es inocua sino se reduce el
Gasto Corriente, a la vez que se requieren transformaciones
estructurales en los patrones de consumo y gasto. Salir de
la crisis socioeconómica actual tiene implícitos cambios
estructurales y radicales en los paradigmas económico,
financiero, fiscal y tributario; por lo tanto, se hace inaplazable
un cambio estructural en el modelo económico, que conlleva
un tributación que abandone la recaudación por volumen
y se centre en la recaudación por capacidad de capital, -entre más dinero y capital, mayor tributación-, además,
es necesario inversión integral que permita el crecimiento
y el desarrollo tecnificado del campo y la industria para
fortalecer el mercado interno.