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Damaris Izaguirre

La productividad y el desarrollo están direccionados a
favorecer los intereses del régimen que sirve a la plutocracia
nacional y trasnacional; mientras asfixian a Los Nadie con
impuestos cada día más altos, sin retribuir beneficios para el
grueso de la población.

La disminución de la pobreza y una sociedad más
equitativa e igualitaria, fueron los principales
anhelos que Petro instrumentalizó bajo la promesa
de un Gobierno progresista; sin embargo la pobreza
al igual que el costo de vida se han incrementado, en gran
medida porque este Gobierno no ha hecho una ruptura
radical con el régimen y bajo el sofisma de la “gobernabilidad”
le sostiene sus privilegios; en paralelo a las familias
colombianas cada día nos cuesta más conseguir dinero y
se nos torna más difícil cubrir nuestros gastos más básicos
-medio comer, servicios y arriendo-; el producto interno es
el más bajo de las últimas décadas, mientras el déficit fiscal
está por la nubes y la determinación de Petro de flexibilizar
la Regla Fiscal, permite que se aumente el déficit a márgenes
insostenibles pero, no se contempla la transformación de la
sociedad ni mucho menos el cambio que nos prometieron.

Las estadísticas de pobreza disminuyen porque incrementaron
la deuda pública para dar unos pesitos más de subsidios, pero
no han invertido en procesos estructurales que combatan la
raíz de la pobreza, como lo es cambiar el modelo económico,
la falta de empleo y las multimillonarias concesiones a los
megarricos; mientras estos cambios no ocurran la publicitada
mitigación de la pobreza, no será más que fantasía, un sueño
efímero que te hace feliz pero que se disipa rápido.

El Gobierno debería empezar a preocuparse por los cerca
de 12 millones de colombianos que ganan menos de un
salario mínimo y que viven del rebusque, es inadmisible
que la élite financiera se enorgullezca con estadísticas
que se contradicen con la realidad de desempleo, inflación,
crecimiento económico, entre otros. Resulta evidente
que hubo cambio de Gobierno, pero no en las políticas del
régimen de exclusión violenta, al servicio de los intereses
de la clase dominante. Así que no queda otra opción que la
presión social masiva y organizada, para exigirle al Gobierno,
que cumpla sus promesas y luche junto al pueblo por las
transformaciones estructurales que necesita el país.