Chavela Villamil
La pérdida de poder adquisitivo, el bajo acceso a educación
superior y la falta de oferta laboral formal, genera una migración
de la población hacia el empleo informal o rebusque, también
ha incrementado la población de jóvenes que ni estudian ni
trabajan (NINI), lo que exacerba la crisis económica.
La falta de empleo sumada a los altos costos de los
alimentos básicos y los servicios esenciales, lleva
a que miles de desempleados recurran al trabajo
informal, como única opción de ingreso, generando
una burbuja laboral especulativa y depreciativa en término
de poder adquisitivo, es decir, el trabajo informal hace
que disminuyan la cifras de desempleo, pero los ingresos
per cápita recibidos por esta actividad son inferiores a
los requeridos, para cubrir las necesidades básicas de
una persona y mucho menos de un núcleo familiar, lo que
ocasiona una reduflación [1] del consumo, que contrae el
comercio y genera una caída abrupta de la demanda.
En Colombia es doblemente grave
Recientemente la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE) publicó un informe sobre los
jóvenes que ni estudian ni trabajan (NINI), los resultados no
son alentadores. En los países miembros de la OCDE, la media
es de 14,7 por ciento, mientras en nuestro país la población
NINI oscila en 25,3 por ciento; por su parte el Departamento
Administrativo Nacional de Estadística (DANE), sostiene
que existen 2,74 millones de jóvenes NINI, lo que equivale
al 24,3 por ciento [2].
El sector juvenil que actualmente labora, está distribuido
en 5 principales ramas:
2 comercio y reparación de vehículos con 18,8 por ciento,
2 agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca con 14,4
por ciento,
2 industrias manufactureras con 10,6 por ciento,
2 administración pública, defensa, educación y atención de
la salud humana con 9,4 por ciento y,
2 alojamiento y servicios de comida con 8,7 por ciento.

El analista económico Juan Camilo Pardo afirma que, “para
los jóvenes existen múltiples barreras de entrada al mercado
laboral, por falta de capacitación y por los requisitos de
experiencia, se vuelve un círculo vicioso, porque los recién
graduados no la tienen» [3].
Factores estructurales
El principal obstáculo que afrontan los jóvenes, es que en el
país no existe un sistema educativo sólido e integral, que le
permita a gran parte de ellos, en especial a los de las capas
medias y bajas, acceder a educación media y profesional de
calidad y gratuita; a esto se suma que la desigualdad social
y el hambre generalizada en buena parte de la población
fomentan la deserción escolar.
Según cifras oficiales, de cada 100 estudiantes solo 44
logran graduarse de bachillerato y de cada 100 graduados
de bachillerato solo 39 logran acceder a educación superior,
y en la educación terciaria la deserción en la formación
profesional es del 46 por ciento y en la formación técnica y
tecnológica es del 54,7 por ciento.
En términos de oferta laboral el mercado es una paradoja
que afecta principalmente a la población vulnerable, los
requisitos exigidos por las empresas no suelen ser acordes
con el contexto en el que se desenvuelve la población
juvenil, una de las principales taras es la exigencia de
experiencia laboral, que termina marginando a la población
juvenil y dejándoles como única opción ir al rebusque; la
otra gran barrera, es la exigencia de estudios de posgrado,
en una sociedad donde difícilmente un grupo reducido logra
culminar los estudios profesionales, técnicos o tecnológicos.
Soluciones a fondo
La Reforma Laboral que cursa en el Congreso debería ser
integral y estar ligada a una transformación del sistema
educativo, que dé prelación a la formación académica de los
jóvenes pertenecientes a la población más excluída. Además,
más allá de reconocer las horas extras, debería hacer hincapié
en una política de renovación laboral y de inclusión juvenil
en el mercado laboral. Sin estos cambios, cualquier reforma
laboral seria incompleta y difícilmente lograría mitigar el
desempleo y la formalización del empleo.
La transformación de la sociedad, mejorar la productividad
del país y elevar el poder adquisitivo, tiene implícito una
política económica, que fomente la inversión en educación
y el desarrollo humano y técnico de la producción nacional;
desde luego esto solo es viable si hay una transformación
estructural de los modelos económico y educativo.
