
Amalia Santana
Seguimos viendo lo más desdibujado de la clase política colombiana actuando con desparpajo. El Excanciller Leyva, un espécimen del régimen político que se ha acomodado a las más variadas tendencias políticas, alucina en una supuesta conspiración para derrocar al presidente Petro.
La extrema derecha continúa instrumentalizando el orquestado ataque contra Miguel Uribe, para animar sus descompuestas campañas electorales. La clase política tradicional se dispone a derrochar miles de millones en una nueva campaña electoral, mientras el hambre y la necesidad extrema abofetean al pueblo, que vive en uno de los países más desiguales del mundo.
Quienes prometieron al pueblo colombiano -decepcionado de la política tradicional-, avanzar por el camino del cambio y hacer política alternativa, han terminado dejando al progresismo en un pantano. La corrupción y la ineficiencia marcan el final de este gobierno. Funcionarios de las entrañas del proyecto del gobierno del cambio, como Carlos Ramón Gonzales y Álvaro Jiménez se llenan los bolsillos con negocios corruptos.
El presidente es incapaz de asumir una actitud de dignidad ante el gobierno imperialista de los Estados Unidos, no ha terminado de dar una declaración acusando a sus funcionarios de participar en la conspiración para derrocarlo, cuando ya debe recular sumisamente. Los sectores de la ex izquierda y el progresismo que apoyan al gobierno se siguen ‘tragando el sapo’, ante nombramientos impresentables como el de Saade.
Si analizamos además la situación internacional, marcada por la agudización de las guerras imperialistas, el genocidio al pueblo palestino y el enriquecimiento de los poderosos mientras la mayor parte del mundo sufre, nos acecha en cada esquina la desesperanza.
Desde el ELN, cumpliendo 61 años de lucha insurgente revolucionaria, insistimos en que otros caminos son posibles para Colombia y los pueblos del mundo. Si vemos este como un momento complejo y desalentador, es porque ya estamos viendo los monstruos a la cara; ya estamos viendo sin máscaras derrumbarse el proyecto del estado liberal burgués, el gobierno progresista de Colombia nos demuestra, que es imposible ‘lavar la cara’ al capitalismo para hacerlo “humano”. La realidad que vivimos los pueblos de Colombia y el mundo nos enrostra, que el proyecto de depredación del capitalismo global y la clase política que lo sostiene agonizan, amenazando con arrastrar en los últimos minutos de su tiempo a toda la humanidad.
No son posibles ajustes cosméticos que no cuestionen y transformen los cimientos profundos del sistema de dominación y explotación global. Las transformaciones no llegarán tampoco por la vía del progresismo reformista, que termina acomodándose y aprovechándose de los negocios del estado.
Esta es la hora de los pueblos, si la clase política agoniza es el turno de reconstruir los proyectos históricos de las luchas populares; de renovarlos también, superando vicios y limitaciones, para con creatividad y amor profundo por la humanidad, construir desde abajo la nueva sociedad basada en la honestidad, el trabajo colectivo y la solidaridad.
Hemos sufrido y soportado muchos años a esta oligarquía, pero no estamos tarde para transformar la historia.