Chavela Villamil
Los presupuestos deben estar enfocados a cubrir los gastos
estatales y el Gasto Social; sin embargo, estos deben disminuir
los rubros de Gasto Corriente y minimizar el empréstito como
fuente de financiación, de lo contrario se extrema la esclavitud
de la Deuda Externa.
E n los últimos años la economía global se ha desacelerado
ostensiblemente y sus indicadores han fluctuado
entre márgenes negativos y positivos inferiores a
los 3 puntos porcentuales; esto ha llevado a que los
grandes flujos de masa de capital que salen a inundar los
mercados, no retornen en los tiempos y montos estimados
por los emisores, lo que genera un déficit creciente de
masa monetaria que afecta el modelo económico, y a su vez
incrementa el déficit de cuenta corriente -Deuda Externa
(DE)- global.
El economista Michael Hudson plantea que, “la economía ha
llegado al punto máximo de su capacidad de endeudamiento y
no hay forma de que pueda recuperarse. Cada recuperación
ha sido cada vez más débil, porque la deuda que la ha generado
ha sido algo así como conducir un coche y pisar el freno” [*
Presupuesto de 2025, a la fuerza
y con un gran margen de déficit
Durante el segundo semestre de este año el Gobierno radicó
en el Congreso la Ley de financiamiento y el Presupuesto
General de la Nación (PGN) para 2025; ambos claves para
el desarrollo de la política económica y financiera del país,
el primero indispensable para sufragar déficit fiscal que
sobrepasa los 90 billones de pesos y, el segundo es quien
sostiene financieramente los proyectos planteados por un
Gobierno durante un año.
Ambos proyectos fueron negados por el Congreso lo que
pone en vilo solventar el déficit fiscal; sin embargo, el PGN
fue emitido por el Ejecutivo vía decreto, que finalmente
quedó con una asignación de 522,9 billones de pesos, de los
cuales 327,9 billones están destinados a funcionamiento,
112,6 billones al servicio de DE y, 82,4 billones destinados
a inversión.
Un análisis precipitado arrojaría que todo incremento
es bueno, ya que si se perciben más recursos es mayor el
volumen de masa monetaria con la que se dispone para
solventar gastos y obligaciones; sin embargo, en el caso
del PGN los incrementos no son positivos en términos de
desarrollo y subrogación del déficit, toda vez que el Gasto
Corriente –representado en funcionamiento y servicio de
deuda– presenta un aumento de 25,34 por ciento, mientras
que el presupuesto de inversión -inversiones y desarrollos
enfocados a cubrir el déficit de Gasto Social-, presenta un
decremento de 17,43 por ciento, lo que limita la atención
del pasivo social y va en contra de lo planteado en el plan de
Gobierno en esa materia.
De igual forma incrementar el monto destinado a la DE en 19,5
por ciento, es una buena noticia para los fondos multilaterales
y los acreedores del Estado, sin embargo, es nefasto para
los planes sociales, ya que este tipo de incrementos no
finiquitan el pasivo, ya que este dinero no cubre la deuda de
capital sino que solamente amortiza los interés; continuar
incrementando el monto destinado a la DE, solo puede tener
un fin, mostrar solvencia de endeudamiento, lo que permite
seguir incrementando los empréstitos, a sabiendas de que
un incremento constante en este pasivo sin modificar la
política de gasto, arriesga las vigencias futuras y nos pone al
borde de la insolvencia, mucho más si se tiene en cuenta que
en estos momentos gozamos de una economía desacelerada y
que el Producto Interno Bruto (PIB) aún se encuentra en
recesión y está lejos de alcanzar los niveles prepandémicos.
El PGN aprobado por decreto, saca a flote que el Gobierno
continúa interesado en obedecer los lineamientos dictados
por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
y además sigue siendo funcional a los intereses de los
oligopolios nacionales y transnacionales, ya que se continúa
con la lógica deficitaria del empréstito y de que ningún
cambio económico afecte las utilidades netas de los grandes
capitales y mucho menos deponga el modelo económico.
Cualquier política económica es inocua sino rompe la
lógica antifinanciera de incrementar al Gasto Corriente
(burocracia, guerra, pago de intereses de DE) y el pago a
pérdidas de la DE. Se hace inaplazable un cambio estructural
en el modelo económico, que conlleve una tributación que
se centre en la recaudación por capacidad de capital; que
implemente una política que formalice el empleo y genere
solidez laboral e incremente el poder adquisitivo per cápita.
Solo un nuevo paradigma económico
puede frenar la deceleración
La desaceleración negativa del PIB y el estancamiento de
nuestra economía, hace inaplazable un cambio en los patrones
de consumo y las políticas de gasto, lo que hace imperante
la disminución Gasto Corriente, a la vez que implica una
política de austeridad, que se centre en la disminución
de la burocracia estatal, dentro de esto juega un papel
trascendental congelar o disminuir el dinero destinado a la
amortización de la DE, se puede continuar con el margen
de pago actual -que sigue siendo alto- sin incrementarlo, y
el remanente se debe destinar a cubrir el déficit de Gasto
Social, no se requieren nuevos recursos, sino redistribuir
los existentes, de esta forma se alivia la Regla Fiscal y se
tiene una mejor ejecución del erario.
El problema de la economía colombiana vas más allá de lo
financiero y sin duda es de orden económico, ya que sus
políticas siguen estrictamente el modelo global, y continúa
basando el sistema tributario en lo que se denomina
‘captación por nicho masivo’, es decir, trata de captar
dinero del mayor número de personas posibles que son
mayoritariamente clase media y baja, por eso siempre son
los más afectados con las Reformas Tributarias, mientras
aplica el dogma neoliberal del Trickle Down Effect (TDE,
por sus siglas en inglés), donde la productividad y el
desarrollo supuestamente se sustentan en la reducción de
la tributación de los mega empresarios, para aumentar su
riqueza a grado tal, supuestamente para que gotee hacia el
resto de la sociedad, tesis que ha sido ampliamente rebatida
por los resultados desastrosos en cuanto que resultó
incrementando brutalmente la desigualdad social. La
aplicación de esta ideología neoliberal nos ha llevado a que
el empleo informal suple la inexistencia de plazas laborales,
y a su vez ha incrementado ostensiblemente la pérdida de
poder adquisitivo per cápita.
Salir de la crisis socioeconómica actual tiene implícitos
cambios estructurales y radicales en los paradigmas
económico, financiero, fiscal y tributario; por lo tanto,
se hace inaplazable un cambio estructural en el modelo
económico, que conlleva un tributación que abandone la
recaudación por volumen y se centre en la recaudación por
capacidad de capital, -entre más dinero y capital, mayor
tributación-, además, se debe disminuir el Gasto Corriente
y los excedentes netos invertirlos en la atención del déficit
de Gasto Social, a la vez que se implementa una política que
formalice el empleo y genere solidez laboral e incremente el
poder adquisitivo per cápita.