
Himelda Ascanio
A un año de terminar su periodo de Gobierno, la política de paz
del presidente Petro ha resultado un total fracaso, causado
en el propio gobierno por altos e intocables funcionarios, que
han pretendido convertir la paz en un lucrativo negocio.
Esta semana se conoció una carta de un grupo de jefes
paramilitares con los que el Gobierno ha venido
haciendo un proceso de sometimiento a la justicia
-inconcluso desde 2005-, en ella se denuncia a la
Oficina del Consejero Comisionado de Paz de incumplir
acuerdos y atravesarse a la propia política de paz planteada
por Gustavo Petro.
Dicha misiva pública es la confirmación de que Otty Patiño
es uno de los principales enemigos de la paz en Colombia,
precisamente el cargo de Consejero Comisionado de Paz que
ostenta -con alcances de ministro-, es el funcionario que
más daño le hace a las apuestas y dinámicas de construcción
de paz. Patiño ha cumplido a cabalidad como agente de
los intereses norteamericanos para impulsar la guerra
perpetua. Incluso hasta sus aliados narcoparamilitares,
ahora lo evidencian; esto, sigue ratificando el fracaso de la
política de paz de Petro.
Desde 2022 en el momento mismo que se anunció la llamada
Paz Total, el ELN planteó críticas y puso en evidencia que:
“Esta política pública de paz trazada por el Gobierno progresista,
solo cambia el título de la Doctrina de Seguridad, puesto que
su contenido es idéntico a la que han aplicado las élites, las
últimas siete décadas. La contradicción más flagrante reside
en que los EEUU por medio de las Fuerzas Armadas (FFAA),
prosiguen en la tarea de reciclar violencias, multiplicando
carteles, clanes, bandas y escuadrones paramilitares,
con los que desarrollan la guerra indirecta de ‘matar con
puñal ajeno’; mientras el discurso gubernamental habla de
someterlos a la justicia, lo que en realidad termina siendo
un ‘lavado de imagen’, una legalización, para que ejecuten
más eficientemente el plan contra el Enemigo Interno”
Negocio entre mafias
Con todo y los discursos pseudo radicales del presidente,
en los que trata de utilizar y engañar el pueblo, que sigue
teniendo anhelos de cambio, la realidad es que este gobierno
ha continuado con el papel contrainsurgente del Estado, con
su política de Paz Total ha fortalecido una nueva generación
del paramilitarismo, revivido viejas estructuras de ex-Farc
y potenciando todos los Carteles de las drogas y grupos
narcoparamilitares, como el Clan del Golfo. Petro entrega
estatus político a esos grupos narcoparamilitares, mientras
intenta negar el conflicto; además, encabeza e impulsa un
intento de deslegitimar y atacar al ELN.
Los agentes operadores de dichos planes, como el Comisionado
Otty Patiño, y sus secuaces como Álvaro Jiménez, han
generado rupturas evidentes al interior de las mesas de
diálogos de paz. En la mesa con el ELN, fueron agenciadores
de una doble agenda y de una rampante perfidia. Que generó
rupturas al interior mismo de la delegación gubernamental
y, a la postre, motivó el congelamiento del diálogo, pues para
el ELN era inconcebible continuar con dicha farsa.
Víctimas de esa imposición
Dicha continuidad de la doctrina contrainsurgente asumida
por el gobierno de Petro, trae consigo la continuación de la tierra
arrasada, el genocidio continuado contra liderazgos sociales
y promoción y auspicio de bandas narcoparamilitares, a las
que encargarles el manejo territorial de la guerra y ahogar
en sangre todo intento de cambio, su plan de pacificación le
sirve a la perpetuación del régimen. Por tanto, para buscar
la construcción de la paz en Colombia, solo queda la vía de la
lucha popular unitaria, callejera y rebelde. Que genere una
crisis de gobernabilidad necesaria para lograr, ahora sí, los
cambios que el país exige.