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Comandante Antonio García

El anuncio de Trump sobre un posible alto el fuego de 60 días en Gaza suena familiar, peligrosamente familiar. Esas promesas se repiten diciendo «esta vez será diferente», mientras esconden el cuchillo tras la espalda.

La historia reciente nos enseña que cuando Estados Unidos e Israel hablan de paz, están planeando la siguiente guerra. Washington convirtió la negociación en una herramienta bélica sofisticada, más que cualquier misil de alta tecnología. Los «altos el fuego» estadounidenses-israelíes no buscan detener la guerra en Asia occidental, sino obtener resultados militares concretos. Es una diplomacia perversa donde las conversaciones de paz se convierten en el preludio perfecto, para el ataque a mansalva con los respectivos asesinatos.

El caso de Hezbolá a finales del año pasado, ilustra esta mecánica diabólica. Mientras los funcionarios hablaban de treguas y los medios especulaban sobre posibles acuerdos, las agencias de inteligencia de Estados Unidos e Israel ejecutaban un plan meticulosamente orquestado durante más de un año. Los altos líderes de Hezbolá fueron cayendo uno tras otro, no a pesar de las negociaciones,
sino precisamente gracias a ellas.

Las negociaciones, los «altos el fuego», son un repertorio más de la guerra, ya hacen parte de su doctrina. Los «altos el fuego» son «ventanas de oportunidad» donde esperan que la contraparte dialogante baje la guardia, confíen en las palabras y se expongan.

Con Irán, el libreto se repite. Trump anuncia «avances diplomáticos» mientras desde el Pentágono y CENTCOM afinaron los detalles del próximo golpe. Estados Unidos perfecciona el arte del engaño hasta convertirlo en política exterior. Cada sonrisa esconde una amenaza, cada apretón de manos precede a una traición.

Y es cuando las conversaciones de paz se convierten en trampas mortales para esos procesos, se destruye la posibilidad misma de la paz. Es como quemar el único puente que existe para salir de la guerra perpetua.

La situación en Colombia, en las negociaciones del Gobierno con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), no es distinta, tiene ese mismo sinsabor de la incertidumbre que produce la mentira. Los compromisos del Gobierno de Petro solo fueron promesas que se evaporaron.

El ELN ha dejado claro que cumplir acuerdos no debería ser opcional. Cuando un gobierno no honra ni siquiera los compromisos básicos de una negociación, está enviando un mensaje claro: Lo pactado no tiene ningún valor, es una estrategia de desvanecer la paz saboteando lo acordado, que si bien parece menos letal, es igualmente destructiva.

El ELN no ha solicitado algo imposible, solo coherencia. Pero en un país donde la política cambia de dirección con cada titular de prensa, la coherencia es un lujo muy escaso.

Esta analogía puede ser inquietante, pero mientras vemos que Estados Unidos usa las negociaciones para asesinar en Líbano, Irán y Gaza, en Colombia la delegación gubernamental la usó para mentir y darle curso a operaciones de inteligencia contra el ELN. Hoy las Fuerzas Militares gubernamentales siguen aliadas con Bandas paramilitares para tratar de aniquilar militarmente al ELN. En ambos casos, las conversaciones perdieron su esencia y se convirtieron en instrumentos de otros fines.

Cuando los «diálogos por la paz» se prostituyen, todos perdemos. Los conflictos se perpetúan, las víctimas se multiplican y la posibilidad de un mundo mejor para la mayoría excluida se aleja. La lección es amarga: desconfiar es un acto de supervivencia.

ADENDA: A propósito del actual escándalo del gobierno a raíz de las grabaciones de Leyva. De ahí resulta el actual calentamiento de las relaciones con los gringos, y un impulso antiimperialista de Petro, que los más avezados opinadores lo califican como una «estrategia electoral», una calentura que terminará dándole réditos en la campaña electoral. Pero es un estilo muy propio donde se usa un discurso con perfil «estratégico» para fines tácticos. Mejor dicho, con lógica al revés, se usa lo «estratégico» para negociar «asuntos tácticos»; como aconteció en las negociaciones de las reformas entre los «honorables parlamentarios». ¿Será que nos está convocando a una lucha «verdaderamente antiimperialista» como defender la Amazonía con tropas gringas? Entonces sí, amanecerá y seguirá oscuro.