
Anaís Serrano
Tras cumplir su papel como conductor de la política de
shock de Donald Trump, Elon Musk se retira del Gobierno
estadounidense, esto es un síntoma de la grave crisis interna
que atravesaría el Gobierno de Donald Trump.
A pesar de sus rencillas con altos personeros de
Washington como Marco Rubio, Sean Duffy o Doug
Collins, el multimillonario se retira por la puerta
de enfrente, con todo y una fraternal despedida
presidencial en la oficina oval, aunque con un ‘ojo morado’.
Pero en la conferencia de despedida, Trump aclaró que el
multimillonario no se irá realmente del Gobierno.
Podan el Gasto Social al Estado gendarme
Tal como lo anunció desde su llegada, su paso temporal por la
administración pública llegó a su fin luego de 130 días, que es el
tiempo máximo que establece su contrato de empleado especial.
En poco más de cuatro meses al frente del Departamento de
Eficiencia Gubernamental (DOGE) creado por él, despidió más
de 260.000 funcionarias y funcionarios públicos, incluso, de no
ser por la actuación de jueces federales, estos despidos habrían
incluido personal tan importante para sus intereses como. algunos
agentes de inteligencia que manejan información de alto nivel.
DOGE redujo programas sociales, porque según el dogma capitalista
neoliberal de que la inversión social es un gasto innecesario para
los Estados, además controló arbitrariamente departamentos
clave y logró acceso ilegal a información clasificada que por
supuesto, sabrá utilizar para sus intereses particulare.
Según las cifras que el organismo creado por Musk ha
proporcionado, su gestión habría ahorrado 175 millones de
dólares al Estado norteamericano. Entre sus acciones más
criticadas, está el desmantelamiento de alrededor del 80 por
ciento de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional (USAID), con lo que acabó un paquete de ayudas
a ONG; algunas de estas mitigan la penuria en países del
Sur Global, al tiempo que ejercen como herramientas para
la injerencia imperialista. Seguramente esto no lo hizo por
despreciar la importancia de ese “poder suave”, sino porque
como magnate tecnológico, sabe bien que ese trabajo pueden
hacerlo ahora las redes sociales y la inteligencia artificial a
menor costo.
El nazi salió del clóset
La ingenua sorpresa de muchas personas cuando vieron
al multimillonario hacer el saludo nazi, evidencia que el
capitalismo logra sembrar en la opinión pública la idea de que los
multimillonarios son seres superiores, con más inteligencia, más
espíritu y una prístina historia.
Uno de los no poco importantes detalles que parece olvidarse cuando
se habla del dueño de Tesla, es que es un sudafricano blanco nacido
en pleno apogeo del apartheid. Su racismo y su supremacismo, son
parte de un origen que tiene tan arraigado que durante la visita del
presidente Sudafricano a Estados Unidos, se dedicó a denunciar el
supuesto genocidio de los blancos en Sudáfrica, como quien acusa
a los pájaros de maltratar a las escopetas.
También resulta importante recordar la visita de Elon Musk al
ente sionista de Israel, para manifestar su apoyo al genocidio del
pueblo palestino, así como sus decenas de publicaciones contra
la Revolución Bolivariana en Venezuela, para recordar que el
dueño de Tesla, es uno de los representantes más prominentes
del fascismo del siglo XXI.
Se aparta a disfrutar el botín
Para quienes creen que su paso por DOGE representó un gran
sacrificio económico para el hombre más rico del mundo, es preciso
aclarar que, a pesar de la caída del precio de las acciones de su
empresa de autos eléctricos, Tesla, sus otras empresas poseen ahora
alrededor de cincuenta adjudicaciones de contratos con el Estado
-según The Washington Post-, lo que se prevé pueda generarle
ganancias por 11.800 millones de dólares en los próximos años.
Como si esto fuera poco, algunas empresas de Musk como SpaceX y
Starlink lograron propaganda, más contratos y nuevas perspectivas
gracias al paso de su dueño por la Casa Blanca. Pero quizás el logro
más rentable es que, unas horas antes de despedirse de Trump, su
empresa aeroespacial enclavada en la frontera sur en el Valle del
Río Bravo y a orillas del Golfo de México, fue legalmente convertida
en una ciudad.
Como una pesadilla distópica el territorio sagrado del Pueblo
indígena Carrizo, se ha convertido hace pocos días en “Starbase”
un municipio tipo C, es decir, con menos de 5.000 habitantes, cuyo
primer alcalde es Bobby Peden, actual vicepresidente de Space
X. La creación de esta ciudad fue aprobada con la amplia mayoría
de los votos de los residentes, todas familias de trabajadores
y trabajadoras de Musk. Así que ahora Musk en lugar de pagar,
cobrará impuestos y redactará leyes locales.
El nivel distópico que alcanzan las ciudades corporativas
estadounidenses, es una ventana al modelo de expansión
capitalista que estas plutocracias aspiran, el llamado
“tecnofeudalismo” que no se conforma con sus nuevas y más
eficientes formas de explotación, ni con el territorio virtual.
Amazon, Google y Meta han impulsado este tipo de ciudades
en Estados Unidos, pero en el caso de Musk, sus aspiraciones
perfeccionadas al involucrarse directamente en el gobierno
estadounidense lo impulsan como el señor feudal que sueña ser,
desde Río Bravo hasta Marte.