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Magnolia Cañas
Me encontré con el ELN en la universidad. Desde muy
joven mi vida estuvo rodeada por un ambiente familiar
de sensibilidad social y política, desde un cristianismo
popular mezclado con el compromiso obrero.

En la infancia y primera juventud viví una vida comunitaria en un
pueblo pequeño religioso y conservador, pero con un sentido de
solidaridad y la utopía de luchar contra la injusticia. De lejos se
alcanzaban a escuchar los ecos de la revolución en las marchas del
primero de mayo y las andanzas de las guerrillas y otras organizaciones
revolucionarias.

En esa medida, el encuentro con el ELN es producto de una búsqueda
consciente de maneras de ayudar a cambiar el mundo… porque estoy
convencida de qué necesita ser cambiado.

La vida universitaria fue por tanto irme haciendo profesional y militante,
aprendiendo al participar de la defensa de la educación pública, por
los derechos de los sectores populares, de las mujeres, de los jóvenes
en las grandes ciudades del país. Ir ampliando la mirada y aportando
desde un saber concreto, pero también comprendiendo que la lucha
social debía ser acompañada por una lucha más beligerante. Defender
la vida me llevó asumir la lucha armada a partir de contar con un espíritu
pacífico, he visto que no ha podido ser de otra forma.

Palpamos de cerca la represión, la cárcel y la muerte como respuesta
del Estado para quienes en sus territorios defienden sus derechos y los
de sus comunidades. La clandestinidad y el trabajo de inserción social
fueron mis campamentos, desde aquella temprana época hasta hoy.

He encontrado en este ELN el ejemplo de los viejos y las viejas que
nos han formado en la vida cotidiana y en las escuelas, su sensibilidad
humana, el sacrificio personal y familiar como una necesidad para
que se mantenga viva la resistencia, la rebelión, la revolución como
posibilidad de justicia y felicidad para todas y todos.

Aquí he amado, he llorado y encontrado consuelo, hemos construido
un proyecto de vida personal y colectiva como mujeres y madres y
compañeras, pensando en nuestras hijas, nietas, madres y abuelas, en
nuestros hijos y los de los demás.

Mi vida transcurre desde hace un par de décadas ya siendo parte de
esta Organización guerrillera, en las ciudades y en los campos. He
aprendido a vivir y en los campamentos participando de escuelas,
como aprendiz y luego instructora, volviendo siempre a los espacios
urbanos para continuar tejiendo…