Antonio García, Primer Comandante del ELN

En varios países de América Latina, como una cosa salida de la
nada, las bandas u organizaciones criminales brotaron como
«enjambres» para realizar acciones de «desestabilización».

No podemos admitir que se trate de un fenómeno espontáneo
sin direccionalidad política, más cuando se dan en un
contexto donde el imperialismo busca recuperar el control
total del continente.

Lo acontecido el 7 de enero de 2024, con la fuga de la cárcel de
Guayaquil de Adolfo Macías, alias «Fito», cabeza de la organización
criminal ecuatoriana «los choneros», no es un hecho casual, pues dos
días después, el 9 de enero, se fugaron de la penitenciaría del Litoral
otros integrantes de la banda, y de inmediato iniciaron ataques
armados coordinados, como la toma del canal de televisión TC, el
ataque en la Universidad de Guayaquil, así como variadas acciones
violentas a nivel nacional.

El Presidente Daniel Noboa, quien afrontaba graves situaciones de
inestabilidad política, le apareció «por coincidencia» esta lluvia de
violencia venida de bandas criminales, que le permitió declarar la
existencia de un «conflicto armado interno», dando así la facultad a
las Fuerzas Armadas ecuatorianas para adelantar acciones represivas
a una situación real de inestabilidad política, encubriéndolas como
acciones contra la violencia criminal.

Situación similar se vive en Haití, donde se han presentado fugas
de cuatro mil presos, igual que en Ecuador se habla de un proceso
de desestabilización interno, donde se necesitará la intervención
militar de otros países, para recuperar el control, ya que el gobierno
propio no pudo.

Estados Unidos aparece como un importante actor en ambos casos
pues, aunque a simple vista parecen eventos aislados, tienen un
interés por renovar acuerdos de seguridad en Ecuador o justificar
la presencia estratégica de militares en el territorio, en el caso de
ambos.

En Ecuador, por ejemplo se logró consolidar los acuerdos militares,
que en octubre del 2023 fueron firmados por el anterior gobierno y que
refuerzan a Ecuador como una plataforma militar estadounidense,
otorgando diversos beneficios a miembros del Departamento de
Defensa de Estados Unidos y personal militar, tales como inmunidad
diplomática, capacidad de establecer sistemas de comunicación,
libertad de movimiento de tropas, así como transporte y equipo
militar dentro del territorio ecuatoriano.

La nueva apuesta estadounidense para América Latina está centrada
en su agenda de seguridad y de neoliberalismo radical, como
acontece en El Salvador con Nayib Bukele y en Argentina con Javier
Milei.

Las políticas de seguridad extrema que se buscan implementar en
Haití y Ecuador, así como la que ya existe en El Salvador, son caminos
para la construcción de un Estado que criminaliza la pobreza, pero
que no se pregunta por las causas estructurales que la produjeron.

Este nuevo intervencionismo, además de la presencia de tropas,
implementa reformas relacionadas con la política judicial y
penitenciaria, como en Ecuador; y de recorte de instituciones públicas
y conquistas sociales, como en Argentina.

Esta implementación o instrumentalización de las bandas
delincuenciales, en el ámbito político de las crisis sociales y políticas
de los países del continente, es una variable de la doctrina militar
imperialista, que partió de vincular a todo tipo de criminales y
delincuentes como «depósito de tropas», fuente de reclutamiento
para ejércitos privados «contratados» para «librar guerras ajenas».
Ahora se salta a usar «enjambres de bandas», para desestabilizar
países que justifiquen la militarización y la intervención extranjera.

No se nos olvide, en Colombia ya tenemos este tipo de «enjambres».